Opinión

LOS BERBERECHOS RABIOSOS

El verano avanza a dentelladas de calor y fuego. Más convulso que nunca. Con miles de niños muriendo de hambre en el cuerno de África, mientras las gráficas de las Bolsas de los ricos se retuercen presas de un moderno baile de San Vito que nadie parece capaz de detener.


El mundo se ha vuelto loco y los humanos ya no sabemos ni mirar alrededor. El campo visual se nos ha llenado de espejos, señuelos, falsos becerros dorados que esconden la realidad. La terrible muerte en directo de los niños de Somalia sólo nos produce un segundo de sobresalto, un respingo de impotencia culpable. Y a otra cosa, mariposa. Siguiente noticia del telediario. Por muy mala que sea, siempre será más tolerable. Citando a Baudelaire, pareciera que, en estos tiempos, la gente decente es blanda y cobarde y sólo los bandidos conservan las convicciones. O al menos, son los que lo tienen más claro.


Un reportaje del pasado domingo en el New York Times cuenta que todos los primeros miércoles de mes, la verdadera élite de Walt Street se reúne de forma secreta en uno de los rascacielos del Midtown de Manhatan. Lo hacen para proteger el 'pequeño' mercado de derivados financieros que entre ellos dominan. Doce veces el PIB mundial: unos 700 billones de dólares.


Los miembros de esa llamada 'Secretive Banking Elite Rules Trading in Derivates', son los que mandan en todas las 'trucadas' ruletas del casino global. También en la de los alimentos. Según el rotativo neoyorkino, son nueve las personas que representan a nueve gigantes de la banca: Goldman Sachs, Morgan Stanley, JP Morgan, UPS, Deutsche Bank, Credit Suisse, Bank of America, Barclays y Citigroup. Nueve manos que mecen la cuna de los famosos mercados. El mundo produce hoy comida para 12.000 millones de personas. Sólo somos 7.000 millones. Entonces, ¿por qué tantos seres humanos pasan hambre?, se pregunta Esther Vivas en su libro 'Del campo al plato. Los circuitos de producción y distribución de alimentos'. Y se responde con rotundidad: la explicación está en la política.


De un tiempo a esta parte el precio de las materias primas está predeterminado en las Bolsas con muchos años de antelación. No corresponde, como siempre ha sido, a intercambios reales de mercancías. La especulación domina el mercado y determina las políticas agrícolas de los estados, subvenciona productos para venderlos a bajo coste cuando es conveniente para sus intereses, compra masivamente suelo fértil para promocionar monocultivos? Modifica, en suma, el equilibrio ecológico del planeta y el orden natural de las cosas. Anula la capacidad de decidir de los pueblos sobre lo que producen y comen. En los ojos de los niños hambrientos de Somalia se esconden demasiadas preguntas. Por eso nos duele tanto mirarlos.


Quizás para relativizar lo intolerable, mientras leía el artículo de los nueve jinetes de la hambruna, se cruzó en mi pensamiento un estudio, publicado estos días en la prensa, sobre los miles de berberechos rabiosos que, colorados y desconocidos para la mayoría, viven tranquilos en los fondos arenosos de la entrada de la ría de Arousa. Como en una sala secreta de reuniones. Sin que nadie les moleste. Sin que ninguna cofradía trabaje el producto, a falta de conserveras y depuradoras que lo demanden. A salvo, por tanto, de ciudadanos justamente indignados.

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