Opinión

No es justo

No me parece justo criticar a la señora vicepresidenta primera del Gobierno español por el posible hecho de que su señor padre hubiera colaborado con el gobierno de Franco. Lo primero, doña María Teresa califica a don Wenceslao Fernández de la Vega, su padre, como ‘represaliado’ del franquismo, y yo me lo creo. Lo segundo, resulta injusto el ataque a quien con tanta abnegación y prestancia dedica parte de su tiempo de verano a viajar oficialmente por lugares tan candentes para nuestros intereses nacionales como los visitados por doña María Teresa. Nombrarle a la señora vicepresidenta, como ocurrió recientemente en Paraguay, la posibilidad de que su padre colaborase con el franquismo, es nombrar ‘la horca o la cuerda en casa del ahorcado’.


Parece ser que don Wenceslao Fernández de la Vega Lombán, fue un probo y modesto funcionario de la República, que en el año 1940 fue separado del servicio por Orden publicada en BOE de 22.01.1940, en aplicación de la Ley de Responsabilidades Políticas. Más tarde, por Orden de 22.04.1949 (BOE 08.05.1949), se admite su reintegración al servicio activo. Y después, por Decreto de 11.11.1955, publicado en BOE. 22.11.1955, fue nombrado delegado provincial de Trabajo en Zaragoza, firmando el nombramiento el generalísimo Francisco Franco y el ministro Girón de Velasco.


Si Antonio Machín, en una de sus canciones, decía ‘se puede amar dos mujeres a la vez y no estar loco’, ¿cuál es la razón para dudar que don Wenceslao pudo servir a dos regímenes políticos tan diferentes, no a la vez, sin traicionar a ninguno de ellos ni estar loco ni represaliado ni premiado? Don Wenceslao sólo fue, en todo caso, un modesto delegado del Ministerio de Trabajo de Franco y, oigan, ¡de algo hay que comer! Tiene razón doña María Teresa, su señor padre fue un represaliado temporal a quien después le reconocieron capacidad para colaborar con el franquismo y colaboró. Ella siguió el ejemplo comenzando en el PSUC y transitando después con brillantez al PSOE, en donde ha hecho excelente carrera. Lo dice el refrán: ‘Padre gato, hijos mininos’.

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