Opinión

Ocurrencias de última hora

La expresión es de quien fuera portavoz del PP en uno de sus peores momentos y que tuvo que bailar con asuntos bastante feos de corrupción en esa etapa, Carlos Floriano, para definir la propuesta de Albert Rivera de que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez abandonen sus intereses personales y se aparten para dejar que el próximo gobierno lo encabece un independiente. Como dice el clásico “para ese viaje no hacían falta alforjas” y la iniciativa si hubiera tenido alguna posibilidad de aceptarse, tendría que haberse puesto sobre el tapete muchísimo antes… si hubiera alguien dispuesto a transitar ese camino.

Un líder serio, como pretende ser Albert Rivera, no puede estar cada cierto tiempo lanzando soluciones de arbitrista del siglo XVII. Es más, al entrarse en un periodo con las elecciones a la vuelta de la esquina, el líder de Ciudadanos debe andarse con cuidado para no dilapidar el patrimonio que ha atesorado a lo largo de los últimos meses, gracias a su labor de mediación, reconocida en las encuestas. Pero debe ser consciente también de que sus votos no sirvieron, por activa para la conformación de un gobierno, y que su decisión de que tampoco sirvan por pasiva para facilitar un gobierno de progreso, por el muro que levantó frente a Podemos, puede hacer que comience a visualizase, por parte de esa parte del electorado procedente del centro izquierda –menor en relación al que arrebató al PP- que su actitud de última hora también le convierte en causante de la repetición de las elecciones.

Cierto que a medida que se acerca el momento en el que el rey confirme que nadie tiene un proyecto que le permita lograr la investidura, a todos los partidos les está entrando el miedo escénico ante la repetición de las elecciones, que va a devolver a cada partido a su punto de partida, a su programa electoral. Pero este periodo de incertidumbre y escarceos va a ser juzgado con severidad por un electorado que, además de frustrado, ha comprendido mejor el mecanismo de toma de decisiones de cada partido y de sus líderes.

La propuesta de Albert Rivera supone un retroceso respecto a la idea de lo que debe ser la actividad pública, y sin poner en duda la importancia de los líderes que han de llevarla a cabo, la cuestión no es de nombres sino de políticas. Aunque el líder de Ciudadanos lleva desde la fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez pidiendo la sustitución de Rajoy en el liderazgo del PP, los socialistas resolvieron esa cuestión desde el primer momento, en el Comité Federal que aprobó no facilitar un gobierno del PP fuera quien fuera su líder.

Los populares, por su parte, ni se han planteado la sustitución de Mariano Rajoy. Las voces críticas internas se han quedado en simples susurros y uno de los más conspicuos representantes del ahora G-7, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, declaraba recientemente que “la renuncia de Rajoy abriría una guerra sucesoria en el PP”, un partido que se encuentra también en los niveles más bajos de apoyo electoral y que lo que menos necesita es un debate interno sobre su liderazgo, un asunto que han comprendido mejor que los socialistas que no se han librado de las maniobras subterráneas con origen en Andalucía.

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