Opinión

Un collar de diamantes a cambio de la Orden de Isabel la Católica

Como es sabido, aprovechando que el emir de Qatar Tamim bin Hamad Al Thani se ha traído a una de sus tres esposas (con todas las cuales tiene diversos hijos), al tiempo que a él se le otorgaba el Collar de la Orden de Isabel la Católica, a ella, de nombre Jawaher bint Hamad Al Thani, le han concedido nada menos que la Gran Cruz. Lo insólito es que, si el emir se trae a otra de sus tres mujeres, la que tocara habría sido igualmente beneficiada por esta distinción. La Orden de Isabel la Católica tiene por objeto premiar aquellos comportamientos extraordinarios de carácter civil, realizados por personas españolas y extranjeras, que redunden en beneficio de la Nación o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la Nación española con el resto de la comunidad internacional. ¿Y qué mérito en ese sentido tiene la escogida del emir para la ocasión? No es serio. El ministro de Exteriores, Albares, se ha apresurado a decir que el intercambio de condecoraciones es habitual en las visitas de Estado. Lo cual no es cierto ni regla alguna, porque a otros ilustres visitantes y menos a sus esposas se les ha condecorado.

Claro que el emir y su compañera de viaje han regalado a la reina Letizia unos pendientes de diamantes valorados en 100.000 euros. Pero ocurre que el elevadísimo valor de ese regalo contraviene el tope que en esos casos establece la “Normativa sobre regalos a favor de los miembros de la Familia Real”. ¿Y cómo lo solucionan? Hacen lo mismo que hacía Juan Carlos con los yates que le regalaba: se transfieren al Patrimonio Nacional y ya está. ¿Pero quién los va a usar aparte de Letizia? Frivolidades como ésta devalúan el sentido de las condecoraciones y dejan en evidencia el valor de quienes las recibieron con debido merecimiento, pues en este caso, como decía Calderón, “no adorna el vestido al pecho que el pecho adorna al vestido”. Da la sensación que ha sido un intercambio de cromos: un collar valiosísimo para Letizia y una condecoración de Estado para la esposa que el emir se trae al viaje, ya fuera ésta u otra cualquiera. Cuando la reina de Inglaterra otorgó a los Beatles la Orden del Imperio Británico, diversos veteranos de la II Guerra Mundial y otros ciudadanos distinguidos por sus servicios a la nación empaquetaron y devolvieron al palacio de Buckingham su propia medalla por entender que perdiera su valor simbólico. 

Pese a su riqueza y modernidad, Qatar es un país musulmán donde las mujeres están a años luz, salvo las de las élites dominantes, de acercarse a los estándares de las occidentales, por no decir nada los severos castigos que puede conllevar hasta la muerte, a quienes violen los rígidos códigos del Islam sobre relaciones entre hombres y mujeres, o conductas o preferencias hoy normales en el mundo occidental como los colectivos LGTBI y otros. Es una buena noticia la activación de las relaciones económicas entre España y Qatar y la anuncia inversión de este rico emirato de 4.700 millones de euros en España, o que, a finales de año, este pequeño territorio acogerá el Mundial de Fútbol. Es un país con una chequera generosa, que le permite comprar en Occidente lo que le apetezca, ya sean los famosos almacenes Harrods de Londres o la firma Valentino, de la que es dueña la familia real. La ahora condecorada compañera del emir lo comparte con otras dos esposas en plena armonía y una creciente y numerosa prole. La prensa rosa se ha desmelenado en elogios a la condecorada, destacando que es una gran impulsora de la modernización del país y de la elevación de la situación de la mujer a estándares occidentales. Sin duda, la Orden de Isabel la Católica la va a ayudar en su empeño. Digo yo.

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