Opinión

Cuando se contó que Ruiz Mateos quiso comprar unas bodegas en Ourense

Saludando a Ruíz Mateos.
photo_camera Saludando a Ruíz Mateos.

Ya he traído a colación a estas páginas a alguno de los diversos personajes que conocí a lo largo de mi larga trayectoria como periodista; pero me falta uno, el famoso Ruiz Mateos, tipo curioso, simpático como jerezano en el trato personal, pero que en su vida hizo suyo aquel lema de Juan March (a quien Cambó llamó “El último pirata del Mediterráneo” y lo era) “La Ley –decía—si hubiera cumplido la ley nunca hubiera llegado a millonario”.  El caso es que Ruíz Mateos se cayó por aquí a mediados de los ochenta, y se dejó ver en Ourense y en Vigo, en una especie de viaje promocional para –se decía—recuperar “Rumasa”. De Ourense se comentó que estaba interesado en unas bodegas, pero nunca supe si el rumor tenía fundamento. De suyo, cuando yo lo conocí hablaba mucho del pasado glorioso, de aquel tiempo en que llegó a contar con 230 empresas y 65.000 empleados, pero que ya sabemos cómo acabó. Era un personaje curioso, y como ocurre con algunos pícaros, enormemente simpático. A los periodistas nos convocó en un hotel. Yo, como de costumbre, me preparé a conciencia para la ocasión, y acudí bien documentado, por lo que la conferencia de prensa fue casi exclusivamente un coloquio entre ambos. Debí caerle tan bien que al terminarla llegó a proponerme que me incorporara a su equipo de comunicación, la más insólita de las ofertas que he recibido en mi vida.

Este jerezano empezó sus negocios exportando vino a Inglaterra, pero es conocido por los avatares de sus dos grandes proyectos empresariales, Rumasa y Nueva Rumansa, el primero expropiado y el segundo quebrado. El primer caso merece relato aparte, ya que algunos amigos de Felipe González se beneficiarían de su liquidación, pero esa es otra historia. Era Ruiz-Mateos un personaje curioso, de enorme locuacidad. En realidad, como digo, hizo lo mismo que hizo otro, Juan March, entender que si se cumple la ley no es fácil llegar a millonario, pero tuvo menos suerte que el segundo y sus trapacerías, no pagar a Hacienda y una compleja red entre bancos y empresas, acabó como acabó. Pero era tan hábil que hasta llegaría a ser elegido diputado europeo y ofreció al país divertidas parodias. El triste final de esta historia ha dejado como herencia a la mayor parte de sus hijos en la cárcel. Su amplio expediente judicial da para un tratado. Pero yo quiero remitirme a mi experiencia personal. Me enteré aquel lejano día de que no le faltaba de nada, hasta un título nobiliario, marqués de Olivara, aunque yo creía que era una invención, otros lo aseveran. Pero era verdad. En 1982, el Ministerio de Justicia, previo informe favorable del Consejo de Estado, le autorizó utilizar el título de Marqués de Olivara que le había sido otorgado por la Serenísima República de San Marino.

Presumía de haber creado más empleo que nadie en España y se consideraba una víctima del sistema, del partido socialista y de Boyer, y entendía que los creadores de trabajo como él eran perseguidos por hacerlo. Lo de cumplir la ley, por lo visto, era cosa aparte. En origen, había obtenido el título de profesor mercantil por la Escuela de Jerez. Por cierto, que no sé a quién criticaba más si al PSOE o al Opus Dei, entidad a la que presumía haber financiado con largueza, y que luego lo abandonaron. Aparentemente religioso, ya se sabe que después de fallecido, hubo que exhumar su cadáver y que el episodio acabó reconociendo que era padre de una hija concebida fuera del tálamo sacramentado.

¿Por qué se especuló con su interés por Ourense? Uno de sus proyectos era construir un gran emporio empresarial del vino de calidad extendido por toda España, y no sólo el de Jerez, sino que sondeaba por aquí y por allá, para ver de adquirir bodegas de vinos con denominaciones de origen prestigiosas como las que existen en nuestra provincia o en la de Pontevedra. Asusta pensarlo. Pero al recordarlo no puedo evitar reconocer que era simpático, como tantos pícaros.

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