Opinión

Los escenarios de “Sheridan” para el Teatro Valle Inclán de gran éxito en toda España

Ha habido ourensanos geniales que, pese a que, en lo suyo, pudieron haber desarrollado una brillante carrera por el mundo adelante, decidieron un buen día volverse para aquí. Uno de ellos, de los más singulares, fue el escenógrafo Eduardo Raimúndez Porto, más conocido como “Sheridan”, a quien traté mucho en mis tiempos juveniles en el teatro de Alvarado, de cuyos escenarios él montaba, aspecto fundamental de los éxitos que cosechamos en todos los festivales que se celebraban en aquellos años sesenta por España adelante, de los que daba cumplida noticia Arturo Lezcano desde La Región.

He visto una foto en que Raimúndez está en un rodaje nada menos que con Peter Ustinov, a este nivel se movía. Tras iniciar estudios en la Universidad de Santiago y luego arquitectura en Madrid, “Sheridan” se inició en la escenografía con Siegfrido Burmann, el famoso escenógrafo, decorador y director artístico de cine y teatro alemán, afincado en España. A lo largo de su carrera, Burmann colaboró con Federico García Lorca en sus montajes y diseñó los escenarios de la mayoría de las películas que se hicieron en España antes y después de la guerra civil. Esta fue la escuela donde aprendió y en la que trabajó nuestro “Sheridan”.

Vuelto a Ourense, pese a que el campo de acción era pequeño, montaba los escenarios para el Teatro de Cámara, el Teatro Juvenil y el Valle Inclán, y en las últimas ediciones del Festival del Miño. Con dos trazos creaba el espacio para el desarrollo de cualquier obra. Era sencillamente grata y entrañable persona y fumador empedernido. Antes de un montaje, se leía varias veces las obras para trasladar su contenido al ambiente escénico. “El escenario –decía—debe servir al texto”. “Sheridan” era genial a la hora de combinar luces y sombras. En ese sentido, subrayaba que en ocasiones lo más importante es la sencillez. Gustaba de montar bastidores y estaba en contra de los viejos conceptos de cortinajes. Sus escenarios eran dinámicos. Decía “Sheridan” que el escenario debe sugerir, trasladar un mensaje a la mente del espectador. Cierto que el teatro puede hacerse “a pelo”, pero el escenario completa y sitúa el contenido de la palabra, a veces de modo aparentemente imperceptible, pero que está allí.

Los montajes de Raimúndez fueron siempre reconocidos y alabados allá donde se llevaban. De las obras que guardo copia destacan dos: los que hizo para la obra “Donadieu” de Fritz Hochwälder, en el Losada, en Castrelos y en varias ciudades españolas, como Murcia y Zamora, donde en 1966, los chavales de Alvarado ganamos los dos certámenes nacionales que se celebraban entonces en España, y “La Rosa de papel”, de Valle Inclán.

Pero aparte de su talento, en el trato personal, por su sentido del humor era un personaje especialmente entrañable. En aquellos viajes de nuestro tiempo y en los montajes de nuestras obras, yo conversaba mucho con él, porque contaba interesantes historias de su experiencia profesional en Madrid, de los personajes que conociera, tanto del cine como del teatro, donde su experiencia fue muy notable. Por eso sorprendía que después de doce años trabajando en Madrid y con tan prometedora carrera decidiera regresa a Ourense.

No sé si se guarda memoria de todo el caudal de su creación, pero al menos conservamos fotos y recortes de prensa donde se aprecia su obra. De la enorme cultura teatral y cinematográfica de “Sheridan” recuerdo que se destacaba, como él mismo decía, que sus diseños sabían combinar el realismo de Stanislavsky, la conjunción escénica de Gordon Craig y el juego substantivo de la luz de Adolphe Apia. Con el tiempo uno aprendió a apreciar mejor la categoría de aquel sencillo y entrañable personaje que Ourense nunca debe olvidar.

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