Opinión

Para justificar los actos de Sánchez se busca algo parecido de la derecha

Viejo argumento repetido: para justificar los actos de Pedro Sánchez y enmascarar sus contradicciones se busca y rebuscar a ver si se encuentra algo parecido que hiciera la derecha. Resulta de enorme cinismo, por ejemplo, olvidar un dato esencial, y es que el presidente del Gobierno, cuando aspiraba a serlo afirmaba cosas como que por “sus principios” nunca llegaría a la Moncloa con el apoyo de los independistas; que solo pensar tener a los de Podemos en el Gobierno le quitaba el sueño o, más recientemente que en cuanto a pactar con Bildu (la línea roja intraspasable) “No es no y nunca es nunca”. Y ahora, para justificar ese pacto ¿a quién se recurre? Pues a que cuando era alcalde de Vitoria Javier Maroto cerró algunos entendimientos puntuales con ediles de Bildu en cuestiones ordinarias de la vida municipal. Y eso es cierto. Pero, ¿había asegurado antes que eso no era posible o es lo mismo pactar la mejora del pavimento de una calle que otorgarles la capacidad de influir en una grave cuestión de Estado?

Es evidente que para justificar a Sánchez faltan argumentos de peso. Otro banco de datos elegido es la etapa de Aznar (que quiere decir el que cuida los asnos). Su lamentable lapsus al referirse a la banda terrorista es frecuente bandera. Pero en ese sentido se le hace directamente responsable de la legislación penitenciaria que benefició a ETA o de la política de acercamiento de presos, que los hubo o de las negociaciones, que también las hubo, como en época de Zapatero. Pero la cuestión radica en que se ha predicado que bajo el mandato de Sánchez sobrevendría una verdadera regeneración moral frente la corrupta derecha y sus prácticas, y se lanzaron proclamas de que tal tiempo fuera clausurado y que vendrían otros nuevos. Y ahora, cuando se hace lo mismo que se denostaba, para justificarse se rebusca a ver que hicieron los otros para justificar hacer lo mismo.

Como decía Rubalcaba, gobernar España es complicado, pero al menos se espera que cuando se toman decisiones como algunas de las que se toman se tenga el valor de encararlas, sin el truco de ver qué hicieron otros antes para hacer lo mismo. Sobre todo, cuando previamente se cansaron de decir que, “por principios” tales cosas no se harían.

Claro que, como decía un entusiasta turiferario de Sánchez, su principal valor es que no se siente concernido por sus palabras, sino por sus objetivos. De ahí que ya no extrañe a nadie que diga enfáticamente una cosa y haga la contraria, añadiendo con cinismo extremo que “siempre cumplo mi palabra” o se pase por el forro, como en el caso del Sahara, el propio programa electoral de su partido con el que se presentó ante los españoles. Después de todo, tiene suerte y es que enfrente no tiene nada que valga la pena. Quizá algún día se pueda regenerar el que en otro tiempo fuera el partido de los socialistas y hoy es el partido de Sánchez. No perdamos la esperanza.

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