Opinión

Pedro Sánchez demuestra que sigue sin ser un hombre de Estado

Pedro Sánchez acaba de confirmar que sigue a distancia sideral de ser considerado un hombre de Estado -y no es porque los de enfrente destaquen por ello- y que sus cortas miras no van más allá de seguir viajando en Falcon todo el tiempo que pueda al precio que sea. Ha vuelto a emerger el conocido cinismo, ¿o mejor amoralidad? de aquel que decía que no dormiría con Podemos en el Gobierno, que sus principios no le permitirían llegar a la Moncloa de la mano de los independentistas, que “no es no” y que entenderse con Bildu era la línea roja intraspasable. En su comparecencia en el Congreso prefirió el insulto a la explicación y buscó ampararse en trapacerías, que las hubo de Gobiernos anteriores, sin que eso sirva para justificar los errores de las suyas, y sobre todo, las cesiones a los independentistas que están inteligentemente aprovechado para acosar a un Gobierno débil en orden a sus objetivos, que sigue siendo mismo: dinamitar y salirse de ese Estado. ¿O es que ERC, Junts, la CUP y Bildu tienen otra meta?

Ya hemos visto que lo de la red “Pegasus” debe descomponerse en dos aspectos: primero, el uso que no sabemos todavía quién hizo de la misma para espiar al propio Sánchez y otros miembros del Gobierno, lo que alimenta el temor a que, en un tenso momento de las relaciones con Marruecos, el país que gobierna el sátrapa moro tenga algo que ver. El segundo es si los servicios de inteligencia del Estado se proveyeron de ese sistema para espiar a dirigentes independentistas, con o sin orden judicial. Y de este hecho se desprende un tercero, no sólo la forma en que se cambia el reglamento de las Cortes para que Bildu y ERC pudieran acceder a la comisión de secretos, ya hemos visto con qué resultados, y si un Estado ha de disponer de servicios de inteligencia eficaces para controlar interferencias de terceros en su propia seguridad y la del Gobierno, y, en este caso, hacer un seguimiento previsor frente aquellos que pretenden destruir ese Estado -como hacen todos los del mundo, frente a sus amenazas-, y que en esta ya intentaron hacerlo y repetidamente, pese al benéfico trato que reciben del actual Gobierno, anuncian que perseveran en sus objetivos.

Pero, además, a Sánchez le falla la memoria en su relato. Porque lo de las cloacas, en este caso en el Ministerio de Interior, viene de lejos. Cierto que, en la etapa del PP de Jorge Díaz, el uso de los servicios de seguridad para lo que no fueron creados, empleados en el espionaje político se esmeraron. ¿Y acaso en la etapa de Zapatero, qué? Ya no se acuerda del caso “Faisán” y no se acuerda Sánchez de la mafia policial de tiempos de Barrionuevo y Vera, de la condena del ministro socialista y secretario de Estado de Interior por el asunto de los fondos reservados y el GAL.

Si Sánchez fuera un hombre de Estado, con sentido del Estado, habría afrontado con gallardía su propia responsabilidad y la de su Gobierno en este caso, separando una cosa de la otra. Ha pagado el pato la directora de la CNI, alabada y destituida en el mismo acto, sin explicarnos por qué, pues, lo segundo. ¿Y cómo ha quedado la ministra de Defensa tras lo que dicho por Sánchez? Lo cierto es que tienen razón Rufián y Aragonès, el asunto sigue sin haber quedado resuelto, no solo para ellos, sino para la inmensa mayoría de los españoles. Y por si falta algo, se añade el estrambote del Iglesias, de que España no es una democracia.

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