Opinión

EL CONGELADO GANA

Solo Gaspar Llamazares lo ha dicho claro, así que pongo su frase aquí tal cual: 'Congelar el salario mínimo no es austeridad, sino ensañamiento'. Este hombre pequeño con nombre de rey mago, ha hablado como si una verdadera corona nimbara sus canas estilo Bin Laden (que me perdone la CIA). ¡Chapeau, king Gaspar!


Y es que nuestros políticos, llevados de un repentino afán ahorrativo, se han lanzado de pronto al congelado, como una turba salvaje que se aprovecha del caos tras el terremoto para saquear el súper. Todo les vale: merluza congelada, calamar congelado, rape congelado, obrero congelado, pensionista congelado... Lo que sea con tal de que se le pueda hincar el diente. Tal vez sus sueldos ya no les permiten comprar productos frescos. Los únicos que pueden hacerlo ahora, creo, son los directores de las agencias de calificación, esos golfos apandadores que viven en Belice y se alimentan de carne fresca y viva, preferiblemente de humano hipotecado en edad laboral.


Pero aquí en España aún no hemos llegado a tanto, al canibalismo quiero decir, así que nos limitamos a congelarlo todo para ir tirando. Todo excepto el Senado, claro, que ya estaba a menos cuarenta grados desde el Pleistoceno.


No sé a ustedes, pero a mí me inquieta esta inclinación hacia el congelado de nuestros gobernantes. Una clase, no sé si ya debemos empezar a llamarlos 'casta', habituada a la lubina salvaje de Sergi Arola o a las carrilleras de buey con florecillas de colores de Andoni Luis Aduriz. No es fácil pasar del foie a la mortadela. Los ricos también lloran. Y lo digo por experiencia. Yo mismo viajé durante tres años en jet privado y cuando lo dejé me costó lo indecible pasarme a la tarjeta bonobús. Por eso no me creo nada y sospecho que ese amor por la congelación que les ha entrado a diputados, senadores, eurodiputados, etc., se extenderá en los próximos días a sus sueldos de 8.000 euros al mes. Virgencita, virgencita, que me quede como estoy. Después lo pondrán en grandes titulares en la prensa, como si fuera un acto de heroísmo numantino admirable. Todo por la patria, sí señor. Pero estos no son guardias civiles, para ellos la patria es la pasta.


Es triste pero en España, donde tanto nos preciamos de nuestra cocina, el producto fresco ya no tiene nada que hacer. Murió Santi Santamaría y se acabó para siempre. Finito. Kaput. Eso queda para alemanes, suecos y noruegos. Aquí las espumas, el nitrógeno líquido y los congelados han ganado la partida: Congelados 1 / Productos Frescos 0.


O sea, ponga usted su sueldo mínimo ultracongelado de 641 euros en el horno ocho minutos, sáquelo y cómaselo antes de que enfríe. O cómalo frío. Total, sabe igual. Yo hasta conozco a alguien que adora la pizza de ayer. Y es que nos hacemos a todo. Como aquel caballo que cuando ya estaba acostumbrado a no comer se murió. También... ya es mala suerte.

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