Opinión

DON ANTONIO VÁZQUEZ MARTÍN

Don Antonio Vázquez Martín era un personaje polifacético, lo he tratado mucho.


Éramos vecinos en un edificio en la calle de Santo Domingo durante años. Su currículo lo publicó Maribel Outeiriño el día 8 de este mes en La Región, en un obituario excelente.


Personalmente tengo miles de recuerdos. Éramos como una gran familia en aquel edificio. Compartíamos las alegrías de todos y sufríamos las penas si las había. Para mí, Pilarita y Antonio, Antonio y Pilarita, como decíamos todos, seguirán siendo así. Me dio clases particulares cuando iba hacer el ingreso para el Bachillerato; me enseñó a hacer las pajaritas de papel, hasta las que movían las alas, en lo que era un experto confeccionando cosas imposibles, aún para los que dominaran la papiroflexia. Recuerdo sus escritos en La Región y sus versos, siendo uno muy oportuno cuando llovía en el Colegio Curros Enríquez, donde era profesor: 'Chove, Chove, na casa do probe...' así comenzaba.


Fue profesor en Curros Enríquez de mis dos hijos varones. Los llevaba de excursión, y ellos felices. Se dice que 'bendita la rama que al tronco sale', y así ha sido.Todos sus descendientes son unas personas estupendas, y su yerno Camilo sigue la pauta; todos sus hijos también han sabido elegir bien. Ahora, el Día de la Abuela, el 17 de este mes, los nietos de Pilarita le mostrarán su cariño. Es el estreno de ese día. Recuerdo que, en aquellos años, dormían la siesta aunque fuese un ratito, había quien no la dormía y se dedicaba a cantar en el patio de luces, desde zarzuela hasta rancheras... Todos los vecinos se ponían en sus balcones a escuchar, y si alguna vez me retrasaba me llamaban para que cantase. Allí estaban Antonio y Pilarita, dos maravillosas personas, valiosas y sencillas, a los que los vecinos les quisimos siempre muchísimo. De sus hijos, con Pili y Remeditos era con las que más jugaba, dos niñas preciosas; luego iban teniendo más hijos, hasta cinco: Manolito, Antoñito y Marisé. Tengo fotografías de recuerdo de cuando nos invitaron a la casa de Castro de Beiro. Estaban todos los familiares de Pilarita y recuerdo los nombres de toda la familia, por ambas partes.


El día que vi la esquela fue un mazazo. Aunque se haya ido con 91 años, para mí siguen siendo aquella entrañable familia, así como siempre han sido, maravillosos sin presumir de sus valores, y como si no pasara el tiempo. La última vez que hablé con Antonio en el Paseo me dijo que me iba llevar a la casa del pueblo y que ahora no la conocería, está reformada. No pudo ser. Tendrá un lugar preferente, porque lo merecía, y la música celestial lo tendrá feliz, porque para él, la música, como muchas más cuestiones que vivía, eran esenciales. Lo que he escrito no es ni un pequeño reflejo de todo lo que vivíamos en aquel tiempo, pero la emoción no me deja. Cuando veo a Pili me pasa lo mismo. Vuelven los recuerdos. Quizá fueron unos momentos felices de mi vida con todos ellos. Me sentía muy querida por todos y era recíproco el sentimiento.

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