Opinión

Fuego y ceniza

A Moshe Dayan, militar israelí y héroe de la Guerra de los Seis Días, se le atribuye la frase: “Si quieres la paz no hables con tus amigos; habla con tus enemigos”. Que un hombre fraguado en cien combates reconozca que el único camino para evitar conflictos sea el diálogo es que su experiencia le ha enseñado que no existe otro procedimiento mejor para alcanzar una convivencia estable entre los pueblos. 

El conflicto catalán ha surgido con fuerza porque los intereses de los dos patriotismos (el de los españolistas del PP y el de los catalanistas independentistas) se nutre del odio entre los dos territorios. Ambos se retroalimentan de la tensión generada para alcanzar sus objetivos electorales sin importarles la fractura social que se crea entre los ciudadanos cuando se manipulan las emociones y los sentimientos, especialmente entre los que mantienen opiniones distintas dentro de cada territorio, incluso dentro del ámbito familiar. Lo más grave es la intensidad que está alcanzando la tensión generada en las masas que puede producir un estallido violento de difícil contención. Creo que es en el ámbito político donde se debe de resolver el encaje de Cataluña en una España plurinacional; el seguir negando la singularidad de las nacionalidades históricas solo conduce a incrementar el número de independentistas y a extender el problema al conjunto del Estado. 
Un recorrido por los personajes de este drama nos muestra la mezquindad y mediocridad de unos líderes sin capacidad política para proponer una solución definitiva a este tumor que está dañando la solidaridad entre españoles. 

Empezando por Mariano Rajoy, presidente del Gobierno: en su larga trayectoria ha demostrado ser un político indolente, torpe y, sobre todo, maquiavélico, pero carece de autoridad moral para representar los intereses del Estado, muy debilitado por la corrupción de su partido. Ante su incapacidad política no le importa romper los principios básicos de la democracia moderna basada en la independencia de poderes, sustituyendo la política por la presión judicial, lo que debilita el Estado de derecho. 

Artur Más, ambicioso, mentiroso, manipulador y demagogo. Ha sabido instrumentalizar el desencanto que muchos ciudadanos catalanes sienten hacía el Estado, lo ha hecho para encubrir la corrupción de su partido, presuntamente la de él mismo y su falta de gestión en su acción de gobierno.
 Carles Puigdemont, personaje siniestro, contradictorio, mentiroso, ambicioso y muy peligroso. Su personalidad ha quedado al descubierto en la magistral entrevista que le ha hecho Jordi Évole en su programa “Salvados”. 

Carme Forcadell, Anna Gabriel, Oriol Junqueras… Representan la línea dura del independentismo, no dudan en su posicionamiento político, se consideran guerreros de la lucha contra el colonialismo español. En su estrategia no les importa instrumentalizar las instituciones. 
Albert Rivera, Inés Arrimadas, García Albiol, Alicia Sánchez… defienden un Estado potente y centralizador son el contrapunto del independentismo y soldados cruzados, defienden los intereses económicos del gran capital.
Miquel Iceta, Pedro Sánchez. Los líderes socialistas se mueven en la ambigüedad de una política comprometida con las instituciones y la necesidad de asumir cambios en la Constitución. Sus militantes y cargos institucionales son motivo de la ira del extremismo separatista. Su mayor problema es armonizar las diferentes posturas de su militancia. 

Ada Colau, Domenech, Pablo Iglesias. Joan Coscubiela… tratan de nadar y guardar la ropa, ambiguos y contradictorios, su posicionamiento debilita al Estado. Son el objetivo principal de la extrema derecha, que los odia.

Me gustaría ver a Moshe Dayán tratando de resolver este difícil conflicto, quizás más complejo que el de su propio país (¡que ya es difícil!). Si no se inicia un diálogo urgentemente se hará realidad la frase del genial José Luis Coll: “Tremendo contraste entre el crepitar del fuego en su comienzo y la paz de la ceniza”.

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