La famosa 'PAX romana' fue posible porque los distintos pueblos que integraban el Imperio se sintieron, en general, cómodos bajo las leyes de Roma.
Al respecto, la historia no registra rebeliones significativas de carácter nacionalista. Roma tenía vigilantes sus legiones en las fronteras, sobre todo, en el 'lines' septentrional ante el peligro real que suponían las tribus germánicas; en el interior del territorio apenas había fuerzas acantonadas.
Dicho esto, hay que señalar una clamorosa excepción: la del pueblo judío. 'Los judíos -como bien dice un autor- se distinguieron de las demás naciones de la antigüedad por su inflexible orgullo nacional'. Este orgullo, esta 'soberbia judaica', -que diría Unamuno- les ha permitido sobrevivir como pueblo hasta nuestros días.
Un ejemplo de su obstinación nacional lo encontramos en los inicios del año 175 a.C. Antioco IV -un rey helenístico- quiso helenizar a los judíos. Para ello obligó a los jóvenes a utilizar gorros griegos y a practicar el atletismo. La rebelión estlalló con toda virulencia cuando intentó prohibir la circuncisión y abolir todas las leyes respecto a los alimentos. En el Primer Libro de los Macabeos se narra esta gesta de los hebreos.
