Opinión

¿El mundo no es dramático?

Cuando los alemanes -en los inicios de la Gran Guerra de 1914-18- estaban a punto de entrar en París, George de Santayana se lamentaba burlonamente diciendo: ‘Allí dejé colgados mis calzoncillos y lamento que caigan en manos de alemanes’.


Esta anécdota del filósofo de origen español, pero que nunca escribió en castellano sino en inglés, me dio la impresión de estar ante una persona algo perversa y bastante insensible ante el sufrimiento humano.


Hoy -tarde fría de diciembre- entretengo mi ocio leyendo unas páginas de Fernando Savater. En ellas brinda al lector una exposición del pensamiento de Santayana en su libro ‘La aventura de pensar’. Santayana se apoya en dos pilares básicos: a) la indiferencia del mundo ante los anhelos del hombre, y b) la gran importancia que nos damos a nosotros mismos frente a realidades incoercibles.


‘Vivimos -dice- en un mundo que no es dramático; tal como la principal preocupación del cuerpo animal es defenderse y propagarse a toda costa, así la más principal y duradera ilusión del espíritu es la de la ilusión de su propia importancia’.


El mundo es así, sus fuerzas se desarrollan mecánicamente, indiferentes ante nuestros dramas o nuestras alegrías. El drama ‘no proviene de la realidad misma, sino de la confrontación de nuestros proyectos y anhelos con la característica crudeza de la realidad’.



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