Opinión

Una vez en el cielo…

Con frecuencia la ‘peña’ me habla de aquellos conciertos. Ayer mismo, un amigo me invitó a escribir sobre ello. Acaba de salir un libro que cuenta las peripecias de aquella movida del ‘Rock and Ríos’.

Tuve suerte, hermano, estuve allí en todo el follón. Viajé en aquel autobús por las carreteras de este trozo de mundo, que sacudía sus paranoias a principios de los 80. España recibía la ‘buena nueva’ del rock and roll. Ah, Miguel estaba en uno de esos momentos en que al artista le roza el ala de un ángel.

Recuerda, casi fijo que estuviste allí: “El rock de una noche de verano”, también Luz, Leño y hasta los ‘Hermanos Bordini’ con sus motos aéreas.

Te cuento, antes hubo muchos líos. Resulta que se habían contratado muchos conciertos antes de salir el álbum. De pronto, llegó el éxito y los ávidos empresarios que pensaban celebrarlos en una caseta de feria, de inmediato los trasladaron a un estadio. En su afán de enriquecerse, vendieron más entradas de lo permitido. La organización rozó el desastre.

La grabación del “Rock and Ríos” fue un aquelarre. Miguel reunió a los mejores músicos de Europa. Qué lujo, dos baterías de élite. Incluso convocó al mítico teclista holandés Thijs van Leer. En los ensayos aluciné. Miguel concluyó: “Un trabajo tan arduo y accidentado que elegí como subtítulo ’Lo hicieron porque no sabían que era imposible’, un obús al corazón de la gente”.

Veo ahora a Miguel, 5 y 6 de marzo del 83, Pabellón de Deportes del Real Madrid. Grabación en directo, un hechizo. Hasta los tipos de sangre más gélida se conmovieron. Había luna llena. Después, la gira a lo grande de 34 conciertos. Cerca de un millón de entradas vendidas. Ochocientas pesetas por volar, hermano.

Bajamos del autobús tal si terminara un cuento de hadas. Las alas negras de la depresión rondaron: el alto precio de la gloria.

(Ha corrido el tiempo desde el 83. Jamás se reunirá una banda tan grande en este trozo de mundo. Algunos de ellos ya no están.

Pon hoy en el viejo vinilo del “Rock and Ríos” la canción que amaste. Aunque la vida nos haya dado un buen repaso “de qué sirve el tañido de las campanas/ si en el cielo ya estuve una vez”.)

 

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