Opinión

¿Nos salvará la belleza?

Dice el refrán que sobre gustos no hay nada escrito. La expresión es falsa en su literalidad, pero además parece sugerir erróneamente que el gusto estético es un sentimiento arbitrario, sin que quepa establecer relación alguna de causa-efecto entre nuestros gustos y los valores objetivos que sustentan nuestra vida. ¡Nada más lejos de la realidad!

¿Qué es la belleza? ¿Qué misterioso efecto produce en nosotros? Filósofos, y artistas llevan siglos preguntándose por esto, y lo cierto es que parece que no se aclaran. Los clásicos la identifican con la bondad y la verdad y Santo Tomás de Aquino asociando lo bello con el bien, señala la vía de la belleza como camino para llegar a Dios. Más allá de la discusión no resuelta de su definición, lo que podemos concluir es que es importante y una necesidad universal de los seres humanos. No solo porque resulte agradable a los sentidos, sino porque transmite ideas y valores esenciales. “Si por algo merece la pena vivir es por contemplar la belleza” decía Platón.

Aunque a menudo se la asocia con frivolidad y superficialidad, es un grave error porque es esencial para una vida profunda y llena de significado. Una herramienta eficaz contra la vulgarización y un desafío al utilitarismo puro y a la “disneyficación” de la sociedad. Optar por lo antiestético y la fealdad, expresión del nihilismo y de esa vaciedad de la cultura, es negar el sentido armónico de la existencia y, por tanto, de la posibilidad del gozo contemplativo. 

En la obra “El idiota”, Dostoyevski, defiende que la belleza salvará al mundo. Pero, ¿qué belleza salvará el mundo?, pregunta un atribulado personaje de la novela, desesperado en medio del dolor. Dostoyevski le contesta: “Cristo, no hay otra belleza en el mundo que pueda salvarlo, sino nuestro Señor Jesucristo”.

La belleza es una invitación a gustar de la vida, a soñar el futuro y apreciar lo que nos rodea. Nadie duda que el Moisés, el David, los frescos de la Capilla Sixtina, las sinfonías de Beethoven y Mozart, o “Las cuatro estaciones” de Vivaldi traspasan el calificativo de hermosas. Todas son creaciones que nos dejan un poso de grandeza y trascendencia que elevan el alma a una dimensión distinta de lo habitual. 

En un mundo donde no fuese posible captar la belleza, el bien perdería por sí mismo su fuerza atractiva y el hombre se preguntaría por qué ha de hacer el bien y no el mal. En tiempos donde el relativismo cuestiona la verdad, quizás la belleza sirva para volver a dejar claro que lo feo es lo falso y malo y lo bello lo verdadero y bueno.

La belleza es una clave fundamental para comprender el misterio de la existencia y como expresión de verdad auténtica, es huella y reflejo de Dios y por tanto, creo que sí que podría ser instrumento para salvar al mundo.

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