Opinión

El cristo de Ourense

El 3 de mayo, aun cuando la Iglesia universal celebra esta fiesta el 14 de septiembre, tanto en Ourense como en Granada, Brazatortas y Barcelos, en el vecino Portugal, entre otros lugares, se sigue celebrando como antaño el 3 de mayo la fiesta del Cristo. Figura central de la fe, en nombre de quien nos bautizamos y quien desde la cruz ama a amigos y a enemigos. Los brazos de la cruz son los creadores de una cultura -la cristiana- cimentada en la caridad. Predicó la misericordia y el amor y ratificó su mensaje de las Bienaventuranzas con su sangre en medio de la incomprensión e incluso el olvido de los suyos.

Me pregunto: ¿qué existe en la vida de Cristo para que algunos lo ataquen, otros se mofen y unos cuantos persigan y sigan matando a sus seguidores? Actitud de palpitante actualidad cuando una vil actitud acaba con misioneros que lo único que pretenden es llevar un mensaje sin rencor ni odio y sólo con amor allí donde hay hambre y pobreza. Pregunta que me sigo haciendo cuando de tantos pechos pende la figura de la cruz símbolo de amor, paz y misericordia.

En Ourense la devoción a la figura de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, viene de los albores de su historia. Fue desechado el priscilianismo así como el arrianismo que negaba la divinidad de Jesús de Nazaret. Tuvieron, para ello, que hacer un gran milagro Martín de Tours a petición de su homónimo de Dume, convirtiendo al rey suevo y arriano Carriarico.

Cuando el obispo Vasco Pérez Mariño (1333-1343) trajo de Finisterre la querida imagen, (similar a la de Burgos), que se venera en la Catedral, el terreno estaba abonado para que esa veneración calase y permaneciese hasta nuestros días. Somos muchos los ourensanos que recordamos el soneto de la entrada de la Virgen de las Angustias de Granada y, mirándole, como cantan los del Barco de Valdeorras a "su" Nazareno, sabemos que de su mirada brota el amor más sincero.

Permítanme, una vez más, recitar el célebre soneto anónimo: "No me mueve, mi Dios, para quererte/ el cielo que me tienes prometido, /ni me mueve el infierno tan temido/ para dejar por eso de ofenderte./ Tú me mueves, Señor, muéveme el verte/ clavado en una cruz y escarnecido,/ muéveme ver tu cuerpo tan herido,/ muévenme tus afrentas y tu muerte./ Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,/ que aunque no hubiera cielo, yo te amara,/ y aunque no hubiera infierno, te temiera./ No me tienes que dar porque te quiera,/ pues aunque lo que espero no esperara,/ lo mismo que te quiero te quisiera".

Te puede interesar