Opinión

El dia más grande

Lo es para cuantos tratamos de seguir al Nazareno. De nada hubiesen valido sus mensajes, para poco servirían sus sacrificios y habría sido inútil su presencia si al final todo se viniese abajo y acabase clavado en la cima del Gólgota. Para nada. Pero lo habían avisado los profetas y Él reiteradamente lo repitió. Igual que Jonás, en clara alusión, estuvo tres días dentro de la ballena para al final salir airoso, lo mismo tras la muerte certificada por los soldados, y pese a la gran piedra a la entrada del sepulcro y a que los romanos habían puesto a la puerta vigilancia por si robaban su cuerpo, Cristo sale victorioso. 

Lo dice San Pablo escribiendo su primera carta a los Corintios en el capitulo 15: “Resucitó al tercer día según las Escrituras; se apareció a Pedro y luego a los Doce. Después se dejó ver por más de quinientos y la mayoría vive todavía. Después se le apareció a Santiago, y seguidamente a todos los apóstoles. Y se me apareció también a mí el último de todos”. Y lo comprobaron igualmente los discípulos camino de Emaús. Lo vieron la Magdalena y el discípulo amado, lo comprendieron en la reunión del Cenáculo cuando, estando cerradas las puertas, se apareció primero sin estar Felipe y después con su presencia. Y ante su incredulidad le pide que meta su mano en el costado y sus dedos en los huecos que dejaron los clavos. Era Él como lo recuerda San Pablo.

Sin duda, y leyendo esa carta paulina, podemos afirmar que: “Si Cristo no resucitó, nuestra predicación no tiene contenido, como tampoco la fe. Con eso pasamos a ser falsos testigos de Dios, pues afirmamos que Dios resucitó a Cristo, siendo así que no lo resucitó, si es cierto que los muertos no resucitan. Y si Cristo no resucitó, de nada sirve nuestra fe”.

De aquí que este día de Pascua de Resurrección sea el fundamental para los cristianos. Esencial para la fe y el compromiso de cuantos, a lo largo ya de veinte siglos, han sabido entregarse hasta dar su vida por esta fe. Lo ocurrido en el Coliseo romano en los primeros tiempos, los sacrificios impagables de tantos misioneros, la vida consagrada en el silencio de un convento, los esfuerzos y persecuciones también hoy, y el testimonio de tantos seglares, matrimonios y jóvenes que se esfuerzan en seguir un Camino, luchar por la Verdad y aspirar a la Vida son el testimonio más contundente. ¿Acaso tantos y tantos millones de bautizados estamos equivocados? El consentimiento universal sigue siendo un argumento básico.

Por todo ello la comunidad eclesial rebosa de alegría en un aleluya continuo porque tenemos la certeza de que este día es referente fundamental para todos. Y esta es la razón última que fundamenta la alegría cristiana. Un cristiano triste es algo sin sentido… sería un triste cristiano.

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