Opinión

Un mes mariano

Lo es setiembre, pero también el mes de mayo en la diócesis de Ourense rezuma sus raíces marianas por todos los rincones. Forma parte del mismo ser de la fe ourensana, pero también de la sociedad en general. Otra cosa sería esta provincia sin esa sinfonía compuesta por tantos pentagramas marianos. Pentagramas que van desde el arte con hermosas imágenes y restos iconográficos (tengo personalmente recogidos más de dos mil), las incontables advocaciones ya sea a nivel universal o de Ourense en particular, los sacrificios que suponen tantas ofrendas, peregrinaciones y lágrimas ante las innumerables imágenes en toda la geografía, el Ave María Purísima en los dinteles de tantas casas de nuestros pueblos, los cánticos tan variados, los numerosos santuarios de distintos estilos... Una bella sinfonía que ha ido componiendo el mismo pueblo a lo largo de los siglos, y de ello hay fehaciente constancia.

Fátima, María Auxiliadora y A Guía, sobre todo, centran en este mes la devoción ourensana. Y es curioso como renace continuamente esta piedad. Fue devoción en la antigüedad pero también más reciente como en la segunda mitad del siglo XX lo fue Fátima, que caló en el pueblo en un misterioso fenómeno social. La realidad de Fátima bate todos los pronósticos más optimistas, y de ello pueden dar fe tantas confesiones y la multitudinaria procesión que roza el número de la de Cova de Iría. Con una diferencia, aquí hay una novena organizada, cosa de la que en Portugal se carece. La Cova de Iría es del ayuntamiento de Ourêm, la del Couto de Ourense. El mismo oro en su origen.

Y en el fondo es que la religión católica es difícil de comprender sin la presencia continua de la Madre de su fundador. Porque ella lo fue en las bodas de Caná de Galilea, pero lo sigue siendo hoy en día. La gran intercesora y Auxiliadora de cuantos tenemos fe en Cristo. Ya decía Don Bosco que "cuando María ruega todo se obtiene, nada se niega" y "acudid a María Auxiliadora y sabréis lo que son milagros". De ello dan fe tantos devotos que han palpado en sus mismas vidas esa intercesión maternal desde que en el Calvario, todos nosotros representados en el apóstol Juan la recibimos como Madre: "He ahí a tu Madre; he ahí a tu hijo".

Siempre, pero hoy más que nunca, necesitamos de la cercanía de una madre que además es testimonio único de fe, esperanza y caridad, los tres pilares para los creyentes en Cristo. La Virgen es la cercanía, la dulzura, la paz y el amor más íntimo al que podemos acudir con mayor confianza, ya que es la primera cristiana, una mujer de nuestra misma raza y la mejor recomendación para su Hijo.

Ella puede y quiere ayudarnos. Como Madre de Dios puede ayudarnos y como Madre nuestra quiere echarnos una mano ¡que falta nos hace! Esto lo entienden los fieles y por eso la honran con la devoción más sentida.

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