Opinión

LA REPROBACIÓN DEL ALCALDE

Puntualmente, a hora temprana, me dispongo a leer el periódico que leo desde mi infancia, La Región, sin perjuicio de la lectura ulterior de la prensa madrileña, y me encuentro en primera plana en gran titular con la noticia: 'El alcalde de Ourense descarta dimitir aunque hoy lo repruebe el pleno'. A este efecto quiero recordar que el affaire se produjo por una cuchipanda regada con bebidas alcohólicas. Y he ahí por donde la oposición, atenta por mantener el orden y ejemplo moralizante, dijo ¡caramba!; y lo dijo no por el gasto de 235 euros (39.093 pesetas) sino por el mal ejemplo que representa para esa juventud que practica el botellón.


Respeto, dentro de un orden, ese interés desmedido por alcanzar el sillón de la alcaldía, lo que teóricamente induce a pensar en el altruismo, la filantropía de servicio a los ourensanos. No obstante, el ciudadano de la calle muestra un acendrado escepticismo hacia alcaldes y concejales, no por sentido maniático, sino por una actuación más que mediocre -casi nula- a lo largo de los años que nos ha arrastrado a que un día y otro figuremos en los medios de comunicación como la primera que va a la cola en casi todo excepto en el vino del Ribeiro y los pimientos de Arnoia.


Y quien estas líneas escribe recuerda que en su adolescencia el alcalde era Eduardo Valencia ¡xa chovéu! Desde entonces han pasado muchos alcaldes y concejales concurriendo con una caja de ahorros ourensana con un activo monetario a rebosar de las primeras de España. ¿Para qué? Pero para pretender llegar a sentarse en el sillón del Ayuntamiento ourensano o desempeñar una concejalía no deberían ser los mediocres sino personas con un alto coeficiente creativo. Si seguimos así sólo seremos la repera, la repanocha. A mí, distinguido lector, todo esto me amola un mogollón. Parece cousa do demo. ¿Dejaremos algún día de ser los colistas en lograr esa bonita palabra llamada ¿prosperidad?

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