Opinión

Agosticidad y mucho cuento

La seguridad y salud laboral, tiene por objeto...”. Tañe el BOE sus medias verdades. Paren las administraciones sus preceptos. Exorciza sus esquizofrenias el gobierno. Ya está aquí la ley mordaza. Los políticos se quitan la corbata. Hace calor. Mío es el viento, claman las eléctricas. Suben los bancos sus tasas, cobran más que cerrajeros por abrir sus cajas callejeras. ¿El ministro del ramo?, bien gracias. ¿El Banco de España?, ni se mueve, ni olfatea. Enamorado, Wert, consigue en la OCDE el reagrupamiento familiar. Siempre quedará París para los grandes amantes. Y también para los memos. Agosticidad.

“La seguridad y salud laboral, tiene por objeto...”. Los periódicos hablan sus veranos: ¿O acordáis del Seat600?,¿de cuando abordo se asfixiaban 7 almas, más el perro?, ¿de cuando solo había aire acondisoplado?; y hacen sus crónicas –preguntando a los abuelos-las becarias. Oh tiempos, tiempos. Menos mal que ahora somos ya civilizados. Los telediarios se copian los mapas meteorológicos: al sur del Sur todo es desierto, y las meteorolindas y los meteorolindos no paran de contorsionarse luciendo modelitos de las tiendas que aparecen en los títulos de crédito. “Hase calo”, “muxa calo”, “caloret”, “beroa”, “queima”, arden los whatsApps. Estamos en Agosto. Diecisietes mini estados cejan en sus reivindicaciones, de momento. Menos uno, que quiere seguir jodiendo. Agosticidad.

“La seguridad y salud laboral, tiene por objeto...” Arden los pinos, los carballos, los tatuajes y muchos montes de venus. Los pirómanos hacen su agosto. Los hoteles contratan sus peonadas temporales; las playas, como estaciones de esquí, hacen sus inviernos. Milagro. Hay gente que aún trabaja. Agosticidad.

“La seguridad y salud laboral, tiene por objeto...” piensa el autónomo en su chiringuito, mientras atiza las brasas del churrasco a 50 grados Celsius, y subiendo. Y que no acabe el verano. Y que no falte el sustento. El marino atrapado en su horizonte de soledad, piensa en volver. Le importa una mierda el descanso, la higiene laboral, y lo que tenga nada por objeto. A destajo trabaja día y noche. Mar, mar, mar. Si se aplicara a rajatabla la ley de seguridad, una merluza costaría tanto como un iPhone. Por lo menos. Agosticidad.

“La seguridad y salud laboral, tiene por objeto...” ¡Basta! No me jodáis más con la seguridad y la salud laboral. Porque, si seguís leyendo, dice: “Se construye en un medio ambiente de trabajo adecuado, con condiciones de trabajo justas, donde los trabajadores y las trabajadoras...” ¿Y cómo coño se come esto? Soy piloto. Suena la alarma. Arden los montes, arden las casas, arden los nervios. Me embuto el casco reglamentario, la adrenalina, el mono de vuelo. Subo al helicóptero. La cabina está como la antesala del averno. No tengo aire acondicionado. Si lo tuviera no podría ponerlo porque le quitaría potencia al aparato. La cúpula es de plexiglás. Uno se asfixia. Los rayos de sol se licuan en dardos de veneno. Abajo crepita la hojarasca. Humo. Cables. Viento. A veces miedo. ¿Entonces?

Amor al trabajo. Pundonor. Sentido del deber. Solo eso. Como el marino desterrado allende el horizonte, sin familia, sin descanso, sin higiene -sobre todo mental-, y con la seguridad de un mar siniestro; como el cocinero en su crisol de clandestinidad, defraudando el IVA de su propio pellejo; como tantos que se la juegan día a día para poder seguir viviendo. O para mantener a su familia. Agosticidad.

“La seguridad y la salud laboral, tiene por objeto...”. ¡Ay, cuánto cuento! 

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