Opinión

Catecismo económico

El fuego no es un bicho, aunque semeje una de las plagas más mortíferas para el ecosistema. Seguramente, con la rueda, es el invento humano de mayor trascendencia para nuestra civilización, pero también capaz de la mayor capacidad destructora. Con el fuego cocinamos, sorteamos el frío, obtenemos energía, hacemos dúctiles metales que en frío son irreductibles para el ser humano... En fin, imprescindible para los mortales.

Sin embargo, la Iberia que soñó Saramago se convierte cada verano en una gran tea, que los dispositivos especializados de lucha se ven imposibles de contener. Sólo la lluvia es capaz de doblegar el fuego en poco tiempo, con la particularidad de que carecemos de capacidad de control sobre ella.

Curiosamente, esta deriva comenzó hace décadas, evolucionando paralelamente al nivel de abandono del sector agrario y forestal. La superficie de monte -la gran mayoría, salvaje- en Galicia cuadruplica o quintuplica la de hace tres décadas, debido a la desaparición de la agricultura y la ganadería tradicionales, que mantenían el equilibrio imprescindible entre tierras de labor y monte.

Desde entonces, nadie nadie ha querido o ha podido coger el toro por los cuernos y adoptar medidas estructurales en pos de una solución eficaz y duradera. Al contrario, se ha machacado al rural y estimulado el éxodo a las urbes, en busca del nuevo Eldorado. Como único remedio ante el fuego, los dispositivos de extinción que han mejorado mucho y se han sofisticado, pero siguen revelándose incapaces de acabar con esta plaga, pese a tragar dinero sin tasa.

La solución exige ir a la raíz del problema; lo demás no pasa de un engañabobos más o menos eficaz que es pan para hoy y hambre para mañana. La Xunta dispone desde hace días un documento con medidas alternativas para el monte gallego; algo así como una revolución, con la singularidad de que está construido sólo a base de obviedades y sentido común a partes iguales. Su aplicación convertiría al sector en un atlantes de la economía gallega y acabaría con los incendios, prácticamente. Debería ser el nuevo catecismo, pero cualquiera sabe.

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