Complicada situación la que vive el concello de Ourense, sin que se atisbe una situación satisfactoria para los intereses ciudadanos a corto plazo. Hay que retroceder un cuarto de siglo para hallar una situación de inestabilidad semejante, aunque con una notable diferencia: la coyuntura económica era mucho mejor entonces que ahora. (Para los que no hayan vivido aquella etapa o la hayan olvidado por lejana, en las elecciones de 1987 fue elegido alcalde Jorge Bermello, como cabeza de cartel de la lista más votada, pero sin mayoría absoluta. Seis meses después presentó la dimisión al ser incapaz de aprobar los presupuestos del año siguiente. Le sucedió el socialista Veiga Pombo y algo menos de tres años después fue desalojado de la alcaldía por una moción de censura apoyada por el PP, que colocó como regidor a José Luis Mondelo).
En 2011, fue elegido alcalde Francisco Rodríguez, del PSOE, con el apoyo del BNG y la reedición del pacto de gobierno que socialistas y nacionalistas habían sellado en 2007. Luego llevó la imputación del alcalde y el concejal de deportes, que fue el detonante de los males posteriores. De un lado, el grupo socialista se fragmentó entre los partidarios de Rodríguez y los alineados con la estrategia de la organización en Santiago, abriéndose un cisma que todavía se mantiene hoy.
El BNG aprovechó la coyuntura para romperel pacto de gobierno y marcar diferencias con los socialistas. Para ello ordenó la dimisión de los tres ediles que estaban en el grupo de gobierno dando entrada a otros tres, con lo que renovaba su equipo al completo.
Así las cosas, el PSOE se mueve en una precariedad, que de mantenerse, le abocarán a abandonar el poder a corto o medio plazo. Si así fuere, el problema se trasladaría al PP, como lista más votada, obligado también -si el BNG mantiene su palabra de no respaldarle- a gobernar en minoría y sin presupuestos; o sea lo que se dice un regalo envenenado. En medio, los ciudadanos, que serán los que sufran la ausencia de acuerdos que ahora mismo parecen imposibles.
