Opinión

Incierto futuro

Corren malos tiempos para los socialistas, metidos en el lodazal al que condujo el desvarío en el liderazgo de Zapatero y al sucesivo aplazamiento de cuanta crisis apareció por la organización desde hace años. No es privativo del PSOE, porque los partidos consideran que nunca es tiempo de hacer reformas y, mucho menos, autocrítica, por más que les acosen los problemas.

En Cataluña están al borde de la ruptura por la diferencia de criterios sobre el fenómeno soberanista; en Andalucía, treinta años de gestión han provocado que en algunos departamentos huela a mierda institucional debajo de cada papel; en Galicia, la dirección reta a Ferraz y convoca primarias para elegir nuevo secretario general. ¿Qué le queda a Rubalcaba? Pues, como dice un alto cargo, hoy en el poder -aunque refiriéndose a la falta de medios-, administrar la miseria, porque el balance electoral por el suelo patrio, exceptuando Asturias, se mide por derrotas.

La cuestión es si cada organización autonómica debe buscar una solución para salir de la crisis ideológica y orgánica que sufren o si, por el contrario, habría de ser Madrid quien moviese ficha, entonando el mea culpa y abriendo una reflexión profunda sobre hacia dónde debe ir el socialismo del futuro y,sobre todo, cómo engancharse a las inquietudes de la base social que, claramente, le ha dado la espalda, para a partir de ahí extender la nueva filosofía a las organizaciones territoriales, de forma que se mantenga un denominador común que sirva de nexo identificativo en un lado y otro. En este sentido, la idea de Galicia de ir por libre, es una apuesta arriesgada, en tanto que las primarias tal cual han sido concebidas, no han deparado más que disgustos al PSOE desde que Almunia y Borrell contendiesen en ellas por el pedigree del postfelipismo.

En todo caso, el gran problema del socialismo actual estriba en la falta de conexión con el electorado, que le ha dado abiertamente la espalda y, en definitiva, con la sociedad. Buscar el modelo que llegue y motive a la ciudadanía, por encima de las luchas de poder, es el reto.

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