Opinión

Preocupación razonable

Concluye el CIS en su último barómetro que la corrupción política es la segunda de las preocupaciones de los españoles por detrás del paro. Resulta demoledora -aunque bien comprensible- la escasa fe de los ciudadanos en los políticos. La sucesión de escándalos y de episodios de corrupción abonan ese estado de opinión. Como la verdadera realidad difiere de esa percepción, pues no todos los políticos, ni mucho menos, son corruptos, en un análisis frío pudiera parecer que sería posible relativizar esa sensación social tan negativa de la actividad política.

Pues no. El problema es muy grave, por cuanto afecta a la credibilidad del sistema democrático. Los ciudadanos eligen a sus representantes en las instituciones para que les resuelvan problemas y les hagan la vida más agradable dentro de lo posible. Para eso es preciso creer en la buena voluntad y en la vocación de servicio público de los elegidos, como se necesita estar convencido de la competencia profesional del médico quetrata esa dolencia que tan preocupados nos tiene; o la de uno de los nuestros, que para esto viene a ser lo mismo.

Casos como el de Luis Bárcenas constituyen un misil a la línea de flotación de esa tesis, en tanto que rebasa con amplitud la humana tentación de enriquecerse por parte de quién maneja dinero ajeno. Lo de este hombre va mucho más allá, muchísimo, y revela cómo se pierde el norte aún después de haber amasado cantidades astronómicas de dinero. ¿Cómo puede su señora ganar 11 millones en un año sin trabajar?

Aún dentro de este episodio hay otras cosas que llaman poderosamente la atención, como que dentro del partido nadie se entere de lo que hace el tesorero; no ya Rajoy o Cospedal, pero en una empresa -en ese sentido, los partidos lo son- que maneja un presupuesto tan elevado y e asuntos muy delicados, el propio aparato debería disponer de un mecanismo fiscalizador que hiciese saltar las alarmas. A un banco, o a una gran compañía con ese volumen de negocio, ningún alto cargo pudiese meterle un gol de ese calibre. ¿Por qué al PP sí? Esa es la cuestión.

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