Opinión

De principio a fin

Pperdido o acorralado debe sentirse el presidente del Gobierno con los denominados papeles de Bárcenas, para que sus colaboradores marquen la composición literal de los textos que le entregan para sus discursos. Se supone que el objetivo es que no distraiga la concentración lo más mínimo del documento escrito y poder mantener a pies juntillas la estrategia prefijada, sin poner ni añadir una coma que no aparezca en lo textualmente escrito, incluidas las advertencias de los autores cuando hacen constar que ha llegado al fin de la cita, en el punto en el que remata una frase cuya autoría pertenece a otra persona.

Salir no se salió de la estrategia, pero reducir a Rajoy -a lo mejor lo hace él de motu proprio- a busto parlante es abrir la puerta al ridículo de forma consciente, como se ha evidenciado a través de las reacciones generadas desde el mismo instante en que el líder del Ejecutivo intervenía ante el Congreso.

A lo mejor, la política tiene estos peajes y hay momentos en que es necesario parecer torpe para poder salvarse de lo que semeja una particular versión del desastre de Annual, con Bárcenas como paticular Abd el-Krim. Tal vez, pero cuesta creerlo. Y si lo es, no se le arriendan las ganancias al líder popular.

Sea como fuere, no deja de ser injusto que le fuercen o se sienta forzado a ofrecer una imagen que remite a esa tan humorística de los niños a la edad en la leen de carrerilla lo que tienen ante sus ojos. Mal debe andar la cosa siendo evidente que Rajoy ha rebasado con creces ese periodo.

Recuerda también a una anécdota real de hace años, cuando un ejecutivo pidió a un miembro del departamento que llevase a fotocopiar un libro en su totalidad. Éste cumplió el mandado indicando al encargado de la fotocopiadora que 'don Fulanito quiere una copia completa del libro, de principio a fin. 'Serán las partes impresas, ¿para qué va a querer las páginas de cortesía?', respondió el interlocutor. 'Dijo com-ple-to; eso significa de principio a fin, haya lo que haya por el medio'. Fin de las citas.

Al responsable del mandado le apodaban el Tontón.

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