Opinión

El problema real

Viendo las declaraciones del secretario provincial del PSdeG en Ourense uno se da cuenta de que los socialistas tienen un problema, cuya profundidad no radica en las desavenencias -viejas- en el ámbito local, sino en que éstas son sólo el reflejo de lo que pasa más arriba. La situación aquí tiene mucho que ver con la clamorosa falta de liderazgo al más alto nivel, después de que la durísima derrota sufrida en las elecciones generales haya dejado a Rubalcaba sin capacidad para mandar parar en el desaguisado interno del partido.

La consecuencia es una sensación de desgobierno que genera gran desazón a militantes y simpatizantes. Los catalanes haciendo la puñeta a las consignas de Ferraz; el aparato de Andalucía, tradicional bastión del PSOE (más de 87.000 kilómetros cuadrados y 8,5 millones de habitantes), dedicando todas sus armas a garantizar la sucesión a dedo designando a una compañera criada a los pechos de la organización, con la que se pretende, a su vez, mantener asidas las ubres de la Junta, donde rezuma corrupción por todas partes; con Galicia, hecha unos zorros y también enfrentada a Ferraz por el proceso de primarias; y con el País Vasco relamiéndose de las heridas del desastre electoral autonómico..., ante todo eso, decíamos, lo que ocurre aquí es una insignificancia, aunque reveladora.

El espectáculo indica que falta bastante para encontrar el rumbo. Presentar la toma de postura en favor de un candidato como una posible contaminación de las primarias, es errar el tiro. Es una fórmula válida, pero en ningún modo garantiza a quien gane la conexión con la calle. Eso dependerá de su política, su actitud y la de su equipo. ¿Son las primarias condición sine qua non para sintonizar con la calle? Hay ejemplos bien solventes para afirmar que no.

La pérdida de apoyos en la calle y en las urnas está relacionada con la falta de confianza y credibilidad popular en una fuerza incapaz de sacar partido del profundo desgaste que sufren quienes gobiernan España y las comunidades autónomas. Por eso es una banalidad limitarse a galgos o podencos.

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