Opinión

Separarse un poquito

La filosofía del presidente del Gobierno de que un lío tapa otro no funciona, así que ya puede cambiar de estrategia frente al tsunami que tiene encima, que le amenaza a él, pero también a la sociedad española. La credibilidad del Estado se tambalea y más allá de nuestras fronteras el desgaste es muy serio. No está el horno para bollos y como dice el refrán, a perro flaco todo se vuelven pulgas.

Lo primero es pedir a su ministra de Sanidad que se vaya bajo amenaza de destituirla al instante (Aguirre dice que ya lo habría hecho). La política es una actividad voluntaria por vocación de servicio -hasta ahora se decía así-, aunque visto lo visto, hay quien va a otra cosa. Si uno es incapaz de explicar sobornos, no puede estar un minuto más. Si la única defensa de que dispone Ana Mato son las mentiras continuadas sobre su matrimonio, tampoco puede seguir en el cargo.

Es una tomadura de pelo argüir desconocimiento de las cuentas domésticas; ver un Jaguar en el garaje y no preguntar de dónde venía; decir que se separó en el año 2000 y aparecer dos años después del brazo de su ex en la bodísima del Escorial, y otros tres más tarde mantener el régimen de gananciales con su ex. Es como si se separase sólo un poquito. Aparte de que a la ministra le crezca la nariz, qué broma es ésta. Claro que en la cúpula del PP hay gente rara, que no sabe si se cobraba o no se cobraba; que acusa implícitamente a Bárcenas de enriquecerse de forma ilícita sin decir de dónde venía ese dinero. ¿O es que el tesorero robaba de los fondos legales del partido? Y ya en el colmo de los despistes, nadie sabe qué hace ni cuánto cobra el tal Sepúlveda. Por cierto, ¿no sería apropiado que la Conferencia Episcopal se pronunciase sobre la que está cayendo, aunque sólo sea para orientar a sus millones de fieles?

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