Opinión

el tren y la seguridad

La ministra de Fomento ha anunciado una revolución en la seguridad ferroviaria, anunciando un montón de medidas que eviten nuevos más tragedias como la de Angrois. Tiene bemoles que estas decisiones drásticas -o que lo parecen, que la realidad veremos a dónde llega- se adopten después de 80 muertos y un centenar largo de heridos a cuestas. Haya ocurrido lo que haya ocurrido, la responsabilidad está sobre la mesa de la ministra de Fomento, del presidente de Adif y del de Renfe, cada uno en su medida, porque todo lo que se vaya a cambiar ahora se hubiera podido haber hecho antes. Mirar al anterior ministro, al maquinista o la Virgen de Fátima -patrona de los ferroviarios- son sólo excusas de mal pagador.

Con todo, cuestiones básicas que no han aparecido entre el compendio de acciones para blindar la seguridad en los trenes, no se sabe si porque no se han anunciado o porque no se contemplan. Una son las mesas-pupitre móviles que los viajeros utilizan en su asiento para poner objetos encima, pues el accidente de Angrois demostró que tras el descarrilamiento, provocaron lesiones entre muchos de los ocupantes del tren. La otra, el equipaje de mano que va en los compartimentos ubicados sobre los asientos sin ningún amparo. Con el impacto, las maletas y objetos ahí depositados se convirtieron en proyectiles contra las personas, contribuyendo a incrementar los daños personales, como bien confirman los testigos. Por eso, en una revisión integral sobre seguridad es preciso incluir estos dos elementos.

Por último, la atribución de responsabilidades a los maquinistas en los retrasos de los trenes de alta velocidad puede caber en un AVE dotado con todas las medidas de seguridad existentes, pero no en un tren convencional cuando circula por una línea tercermundista diseñada hace más de 80 años, como son los últimos kilómetros de entrada a Santiago desde Ourense.Así que, aquí pasó lo que pasó, por ahorrar; resolverlo ahora costará lo que entonces no se gastó más la vida y el sufrimiento de tanta gente. Demasiado caro para que lo pague sólo el maquinista.

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