Opinión

Vender Ourense

El termalismo acaba de dar un paso importante en el largo camino que le resta hasta convertirse en referencia obligada el sector, con el reconocimiento de las propiedades mineromedicinales de dos de los manantiales de la zona de Outariz. Era una asignatura pendiente, ya que se trata de un valor añadido al atractivo puramente turístico o de relax que tenían hasta ahora, aunque es cierto que la tradición popular otorga a las surgencias de la zona virtudes salutíferas perfectamente definidas. Es más, cuando el entorno yacía víctima del absoluto abandono al que estuvo sometido durante décadas, O Tinteiro seguió manteniendo gran concurrencia de visitantes para tomar las aguas directamente o para recogerla en recipientes y utilizarla como remedio doméstico. La consideración general ha conferido al agua que surge allí propiedades cuasi milagrosas frente a un amplio abanico de dolencias.

Vinculado al anterior, hay un segundo aspecto de gran relevancia, que es el económico. Si el turismo de ocio vinculado a las termas está llamado a convertirse en una de las palancas de la economía ourensana, el turismo de salud apuntala la oferta y el atractivo para los potenciales usuarios.

Queda mucho trabajo por hacer, pero hay que valorar el progreso en este campo que, hay que decirlo, es de los pocos que cuenta con un tan deseable como agradable consenso político. Contando con él, habría que plantearse convertir a cada ciudadano en un vendedor de la marca Ourense, a base de ensalzar el termalismo, la gastronomía, los monumentos, el arte y la historia, en vez de decir 'bueno, no se crea', cuando el viajero proclama su agradable sorpresa -'¡qué ciudad más bonita!', dijo el viajero a un paisano, improvisado interlocutor- al verse en plena zona histórica.

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