Opinión

La vergüenza de los 10 euros

Los productores de carne de pollo están preocupados por el bajo precio que su mercancía alcanza en los mercados, que puede deberse, temen, a un pacto del sector de la distribución. No apostaría ni un pelo a que les falte razón, porque los grandes negocios y quienes manejan de verdad el cotarro siempre son los intermediarios. Productores y vendedores se llevan las migajas, pese a ser las partes más importantes del proceso. Hay abundancia de estudios de campo desvelando que un producto puede costar en la caja del supermercado cinco y seis veces más de lo que cobra el que abona la tierra, la planta, la riega, cuida la planta y cosecha el fruto antes de entregarlo a los mayoristas.

Ahora, los criadores de pollo temen una acción coordinadora de los intermediarios para bajar los precios y arruinar su negocio, que pasa por un mal momento. Es una guerra periódica en la que siempre pierden los mismos. El problema es que afecta también a otros productores del sector primario.

Como el mercado es libre y todo va en función de la oferta y la demanda, nadie mueve un músculo ni alza la voz para hablar de los productores de leche. Durante años han estado pagándoles precios miserables, llevándose por delante miles de explotaciones incapaces de aguantar esa presión, por culpa de los que realizan funciones análogas a los que están castigando a los vendedores de pollos.

Ahora, los dueños de vacas lecheras, deben aceptar diez euros, sí diez, por un ternero si quieren que se lo saquen del establo. Con la mayor normalidad. Nadie se sonroja, nadie se avergüenza ni tiene la decencia de clamar -más allá de los perjudicados, claro- por tamaña injusticia. ¿Ha visto usted que la carne refleje en las carnicerías la miserable cotización de los terneros? No y, además, no son éstas las que realizan el mayor negocio, sino quienes andan por el medio.

Algo va mal cuando estas cosas suceden con la mayor impunidad, por más que se diga que son consecuencia de la ley del mercado, cosa que, por otra parte, no es cierta, sino a la falta de conciencia y las prácticas usureras de unos cuantos.

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