Opinión

La economía en el mundo actual

Hasta donde sé, la historia no registra el nombre de la primera persona que hincó en tierra una vara y halló la relación entre la longitud de la sombra que proyectaba y la hora del día. El primer rústico nomon fue refinado a través de los años y surgieron relojes de sol, calibrados para señalar la hora. A la postre, la medición del tiempo pasó de la clepsidra al reloj atómico. El afán humano de medir el tiempo con precisión ha llegado a tal punto que hoy un reloj de cuarzo es más exacto que el mejor cronómetro de hace unos cuantos años. La diferencia estriba, precisamente, en la tecnología. Por otra parte, los viejos y hábiles artesanos relojeros no vieron, al principio, con mucho agrado el advenimiento de la tecnología del cuarzo. Los expertos de la época sabían fabricar relojes con palancas y engranajes, no con lascas de silicio. Esta no es una reacción insólita al cambio. Aunque aún vemos relojes de sol en apacibles jardines del mundo, organizamos nuestra vida con cronómetros más exactos.


Quiérase o no, el deseo de medir las cosas es un impulso inveterado que abarca desde el recipiente de leche en el supermercado hasta las detalladas encuestas de la opinión pública sobre todos los temas concebibles. Las mejores de dichas encuestas han sido bastante precisas en la predicción de elecciones, y aunque ha habido errores aquí y allá, el historial es bastante bueno en términos generales. Los mejores profesionales de este arte han aprendido, desde luego, a formular preguntas e interpretar respuestas para elaborar el mejor pronóstico.


Fuera como fuese, la cadena de ideas que todos seguimos en el proceso de razonar se refleja en las palabras que empleamos para escribir lo que vemos. Aunque la vieja interro gante inquiere si podemos o no pensar en un problema sin emplear palabras, si aceptamos la tesis de que éstas, por lo menos, son útiles, entonces su significado resulta decisivo para encontrar una respuesta adecuada. Puedo afirmar que las palabras que empleamos para describir nuestra economía ya no reflejan con precisión a nuestra sociedad tal y como es hoy en día. Aun las personas más hábiles juzgan mal una situación si se basan en información errónea. La mayoría de los términos que se emplean en el análisis económico normal fueron inventados en la era industrial y, aunque muchos siguen siendo pertinentes, otros ya no sirven como elementos de medición porque las bases han cambiado.


George Stigler, Premio Nobel, que ha realizado brillantes trabajos sobre las consecuencias de las políticas económicas, lo expresa de este modo: ‘La primera y la más pura exigencia de la sociedad es la del conocimiento científico, el conocimiento de las consecuencias de las acciones económicas... Ya sea, que seamos conservadores o radicales, proteccionistas o partidarios del comercio libre, cosmopolita o nacionalista, religioso o pagano, nos conviene conocer las causas y efectos de los fenómenos económicos... Esa información científica carece de valor en el sentido más estricto; no importa lo que nos propongamos, lo lograremos con más eficacia cuanto mejor sea nuestro conocimiento de la relación entre el acto y sus consecuencias’. A fin de obtener esa información, debemos tener raseros para medir imparcialmente las cosas.


En realidad, lo que actualmente ocurre en el planeta que nos rodea no se refleja apreciablemente en los números que arrojan las cuentas del ingreso nacional, por la sencilla razón de que éstas no fueron ideadas para tal cosa. En una determinada época sí, efectivamente, fueron adecuadas. Sin embargo, el mercado mundial ha pasado hoy de la retórica a la realidad. El dinero y las ideas pueden trasladarse a cualquier lugar del mundo en cuestión de segundos, y así lo hacen, y ya no hay dónde esconderse del juicio de los demás. Las malas políticas económicas de una nación se conocen y reflejan al instante en los mercados mundiales de divisas. Los acontecimientos económicos o políticos importantes de cualquier lugar del planeta influyen directa o indirectamente en la economía. Así pasa lo que pasa hoy que, por desgracia, desde el imperio alcanza a todos los demás países, sin excepción.


Quiérase o no, el vocabulario actual de la economía habla de un mundo que subsiste en parte, pero no logra captar los criterios de medición esenciales en este nuevo mundo. Un gran técnico, el experto en administración Meter Druker, ha dicho que en una economía basada en la información, gran parte de lo que ahora consideramos ‘gasto’ o ‘gastos sociales de operación’ es en realidad ‘inversión de capital’. Con la incomprensión de muchos y tal vez -o con seguridad- producirá altos dividendos y será auto financiable.


Y, para concluir, manifestar que se deberá reconsiderar la estructura cambiante de los elementos que constituyen la economía en el mundo actual, no hacemos sino arrancar una hoja del almanaque político del planeta Tierra. Ya no consultamos los mapas publicados hace varios años. El planeta mismo no ha cambiado en términos generales. Hace tiempo que muchas fronteras se han modificado en el mapamundi y han surgido decenas de países nuevos.

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