Opinión

El maquis, invención española

En realidad, el maquis -’guerrilla’ en castellano- fue invención española, como no podía ser de otro modo. Fue precisamente durante la invasión napoleónica.


Bastante más tarde -durante y después de la guerra civil del 36- se crearon por determinados partidos políticos agrupaciones de guerrilleros que trajeron en jaque a las fuerzas militares y de orden público franquistas. También en la II Guerra Mundial, en los territorios de Europa, ocupados por ejércitos de nazis y fascistas, funcionaron con mucha actividad unidades de guerrilleros aunque con distintas denominaciones: ‘partisanos’ en la Unión Soviética y Polonia, ‘maquis de la resistencia’ en Francia, y en España, simplemente ‘guerrilleros’, aunque los franquistas, en sentido peyorativo, les llamaban ‘bandoleros’ o ‘huidos’. Las potencias captoras a los miembros de los maquis no les concedían, en general, los beneficios que otorgaban a los prisioneros de guerra los convenios humanitarios de Ginebra.


Cuando Napoleón comenzó a ganar sus primeras victorias en el norte de Italia, Europa había combatido tradicionalmente con pequeños ejércitos profesionales, llevando su población civil una existencia francamente sosegada.


Como es sabido, en 1808 le tocó el turno a España. Hasta entonces había sido un aliado más o menos fiel, pero Napoleón quería tener la certeza de ellos. Mandó, pues, sus ejércitos, destituyó con rapidez al rey, y dio el trono a su propio hermano José. Entonces, nuestro país hizo lo que nadi esperaba. Cogió las armas. Los agricultores españoles eran como ‘mosquitos’. Los franceses, por su parte, ganaban y ganaban en la mayoría de los combates, pero siempre iban saliendo más ‘mosquitos’. Y al fin, con la valiosa ayuda de Wellington y las tropas a su mando, los franceses fueron expulsados definitivamente de territorio español.


Esta contienda de guerrilleros o campesinos fue en realidad pequeña, para un ejército entrenado para resistir grandes campañas. Desde entonces, a un ejército reducido compuesto por gente -en su mayoría- no profesional, se le llama maquis, resistencia, guerrilla o unidad de partisanos.


Cuando al poco tiempo de terminar la Guerra Mundial, volví a Francia. En París pude ver, en distintos sitios (puentes y edificios), pequeñas placas comprensivas de los nombres de miembros de la Resistencia, adosadas precisamente en el lugar donde habían sido asesinados por las tropas alemanas. Recuerdo una, grande, concretamente en el valle de la Lozére, conteniendo los nombres de 93 maquis franceses y 23 guerrilleros españoles que fallecieron el 28 de mayo de 1944 contra tropas del III Reich; pero no para ahí la cosa. Hay que decirlo. Como en ese lugar y en París hay -o había- cientos repartidos un poco por aquí y por allá, con placa o sin ella, en Europa que ardió de punta a punta hace ya 63 años. A estas alturas, el bando en el que lucharon me da lo mismo. No hubo vencedores, quiérase o no, en los combates que libraron al morir, porque en cualquier guerra los muertos, por desgracia, son siempre los vencidos. Y sobre sus huesos indi ferentes pasan ahora el Ave, autovías, carreteras, crecen ciudades, se clausuran viejos cementerios que luego, una vez transcurrido el tiempo reglamentario de clausura, son acondicionados y vendidos, por parcelas, como solares para edificar. Y todo esto en una España siempre desmemoriada e ingrata con sus antepasados.


Hoy, tengo delante viejos periódicos y revistas en las que figuran fotografías de finales de la Guerra Mundial: los primeros carros de combate del Ejército aliado entrando en París ‘Guadalajara’, ‘Belchite’, ‘Teruel’, ‘Madrid’ y ‘Don Quijote’ de la División francesa mandada por el general Leclerc que luego se retiraría con el grado de mariscal de Francia. Los legionarios Manuel Sánchez y Salvador Gutiérrez, que sonreían a la cámara momentos antes de morir en la toma de Colmar. Los oficiales españoles, Bernal y Granell, preparando el asalto a una central telefónica ocupada por unidades alemanas. Américo Bruzuela y Francisco López, partisanos españoles muertos en el combate del río Drave, Yugoeslavia, el español Miguel López, jefe de la 15 brigada de guerrilleros franceses, fusilado en Baradadoux.


Muchos murieron también en campos de extermino nazis. Otros liberaron Francia y combatieron también en suelo de la Unión Soviética, Polonia, Alemania e Italia. Y, en realidad, una pequeña parte de los que cruzaron los Pirineos en los primeros meses de 1939, después de las vicisitudes por ellos pasadas, aún quedaron para contarlo.


Digan lo que digan, no hay nada glorioso en la guerra: sólo dolor, sangre y miseria.



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