Opinión

Los cálculos desapasionados

Sospecho que el panorama político de Cataluña inmediatamente posterior a las elecciones autonómicas ha alcanzado holgadamente los límites de la locura y la en tiempos brillante y talentosa comunidad española pródiga en genios cultos, refinados y de extraordinaria proyección ha ido derivando hacia un estado frenético en el que resulta prácticamente imposible planificar el futuro a medio plazo. Un cálculo desapasionado de los últimos acontecimientos dice que Cataluña tiene siete millones y medio de habitantes. Que de esos siete millones y medio de habitantes cinco millones y medio tienen capacidad de voto.

De esos cinco millones y medio de posibles electores han votado en las últimas elecciones de Cataluña cuatro millones proponiendo un desbarajuste de una tal catadura que la llave que designe el futuro del territorio está en manos de una formación que ha obtenido 336.375 votos de los cinco millones y medio posibles. Son diez diputados que ayer ofrecían una vergonzosa declaración coral repartida entre sus cinco políticos cabeceros en la que mi escasa capacidad de interpretación logró entender que no entendía nada.

Una tumultuosa catarata de vaguedades expresada por la vía de la soflama, puños en alto y vocerío anarquista que pretende imponer la desobediencia y la ruptura sin haber constituido siquiera un parlamento que probablemente no tienen ninguna prisa en construir porque en cuanto la CUP decida el nombre del presidente se verá obligada a tomar decisiones, asumir responsabilidades y mojarse fuera del ámbito de la utopía.

Pero lo más disparatado de este escenario caótico que tanto se parece a un manicomio del siglo XIX, es que la locura independentista va a obligar a pactar a un partido burgués y de derechas de toda la vida, católico y tradicional como Convergencia, con otro anarquista, revolucionario y de extrema izquierda que repugna y combate la forma de vida de sus probables socios. La trágica deriva a la que un sujeto mediocre y romo de entendederas como Artur Mas ha sometido a lo que fue su partido ha conseguido destrozarlo, sumirlo en la servidumbre y obligarle a abrirse piernas ante las exigencias de un grupo que tiene mucho de marginal y no lo digo yo que lo dicen las urnas. Aun así, no lo tiene claro y a lo mejor no es presidente.

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