Opinión

Cultura y alma

Cuenta el ex futbolista Miguel Pardeza al rebufo de su estupendo libro sobre fútbol, carácter y comportamientos, que uno tiende a idealizar a la gente culta y cree que posee herramientas para ser buena persona pero aconseja no fiarse. Que una cosa es el talento y otra la vida es el producto de una reflexión altamente razonable y sumamente explícita a la que uno debe habituarse porque yo también he conocido a mucha gente muy culta que al cabo se manifestaba como verdaderos cabrones así que, al igual que Pardaza y por propia experiencia, interpreto que antes está la calidad personal que el intelecto. Es más. Un sujeto culto y canalla es el peor enemigo que uno pueda echarse a la cara porque procurará ser tan inteligentemente malo como le de el caletre y te las hará de todos los colores sin que te enteres.

En todo caso, tampoco resulta fácil determinar qué individuos son cultos y quienes no los son y por qué. Hace unos días, una muy buena amiga mía, periodista ya suficientemente experimentada, me narraba las virtudes de su jefe en la institución de la que es directora de Comunicación en el ministerio de Asuntos Exteriores. Llegamos a la esperanzadora conclusión de que la cultura es un bien que se adquiere mejor tratando de estar siempre que se pueda en los sitios donde la cultura se fragua, y que es más interesante la experiencia de primera mano que la que se absorbe en función de la influencia de elementos terceros porque la que proviene de estas fuentes es menos fiable y a menudo está manipulada. Cultura e ideología constituyen un binomio tan peligroso y espeluznante que personalmente he tratado de huir de él con todas las fuerzas de las que he sido capaz aunque, como nos ha ocurrido a casi todos, no siempre el objetivo se ha logrado.

No es fácil ser buena persona y en esta sociedad en la que habitamos ese horno, con frecuencia, no está para bollos. Por eso, en mi opinión, el ser honesto, bien intencionado y decente es lo más raro y lo más admirable. Incluso permite avanzar por los caminos de la propia ilustración sin tener que joder en esta búsqueda a nadie. Podemos empezar por ejemplo por sacar partido a los desplazamientos. O sea, que cuando uno va a Madrid, en vez de irse de marcha se puede acudir a museo del Prado. Por algo hay que empezar…

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