Opinión

En los dominios de la indignidad

Hace algún tiempo escribí que cada vez tenía menos deseos de involucrarme en las redes sociales. Había advertido en ellos ciertos bochornosos vestigios coincidiendo con la repatriación a España del primer compatriota afectado por ébola y sus contenidos me hirieron profundamente hasta el punto de que estuve durante un tiempo resuelto a no escribir una sola línea en tribunas virtuales y aún hoy es el día en que apenas les presto atención, convencido como estoy de que las redes sociales amparan más frustraciones que grandiosidad y en ellas se da además asilo a auténticos pelmazos de piñón fijo que no tiene otra cosa que hacer que darle la vara a sus semejantes y no me tiren de la lengua que me conozco.

El asunto no pasaría de anecdótico si no fuera porque estas redes sociales que en su día me parecieron atractivas porque nos abrían sin límites al progreso, se han convertido en un reducto de indignidad que cada día me propone un nuevo argumento personal para negarles el saludo. El de hoy es el de Tania Llasera, la presentadora de televisión que ha dejado de fumar, ha engordado y se ha convertido en una víctima de sus usuarios y un objetivo inadmisible de crueldad gratuita, indecente y sin límites. Comentarios hirientes, atrocidades sin tino, bromas del peor gusto y conclusiones que estremecen jalonan a estas horas estas tribunas que se han contaminado poco a poco y han dejado de servir a una causa justa. Lo que se ha hecho con una mujer a la que se le han puesto encima unos kilos de más me parece tan deshonroso que basta para disuadirme de seguir haciendo uso de un método de comunicación al que sus propios usuarios han convertido en infame. Con una particularidad que convierte esta práctica en aún más deleznable. Una gran parte de los firmantes de esta perversidad se ampara en el anonimato. En mi caso, y manteniendo una columna de opinión diaria que firmo y rubrico desde hace años, de la que me hago responsable y cuyo contenido me ha costado algún que otro disgusto, no me hace ninguna falta expresarme por otros conductos que no sean los de mi amado periódico. Lo de Tania Llasera no tiene ni sentido ni perdón y si estas palabras valen de algo y le llegaran que no lo creo, vuele para ella desde aquí mi más cariñoso y rendido homenaje. Cuando yo dejé de fumar engordé catorce kilos, pero entonces no había estas cosas ni tanta leche negra como ahora.

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