Opinión

Ética y proceder judicial

Es en mi opinión en la recuperación ética de la clase política donde es necesario que la sociedad y las instituciones libres de ataduras trabajen con mayor intensidad en el inmediato futuro. El caso de los ERE de Andalucía no solo ha colocado al descubierto una red de prevaricación y soborno que ha comprado voluntades y ha basado la detentación del poder político en un sistema clientelar en el que se han dilapidado 200 millones de euros demostrados más aquellas cantidades que no se han podido cuantificar, sino que ha puesto de manifiesto sin asomo de duda la fragilidad moral de aquellos que detentan las más altas responsabilidades. Los condenados en este proceso son, como mínimo, completamente idiotas porque han permitido que en su entorno se instalara la golfería. Pero un estudio pormenorizado de la situación induce a la sospecha de que sus comportamientos pueden ir más allá. Si no se han quedado con un duro han hecho la vista gorda. Han sido cómplices de un operativo corrupto y escandaloso para continuar ostentando el poder. Si la respuesta del Gobierno es la de disculpar y ennoblecer esta práctica demostrada y condenada en sede judicial tenemos dos problemas. El Gobierno es cómplice del latrocinio y además ingiere gravemente en la independencia de los jueces a los que critica. Pero es que los jueces ni reaccionan ni toman medidas.

Estos días, mi amigo Rafa Fraguas ha firmado un artículo de potente repercusión en redes en el que denuncia la paulatina merma de confianza del ciudadano de a pie en la Justicia. Fraguas distingue entre los esforzados jueces de primer escalón y los que, cargados de puñetas en la bocamanga y vistiendo togas finas, han ascendido los escalones más importantes de los altos tribunales del país. Y escribe y exige cargado de razón, representando al administrado, como es obligación y tarea de un buen periodista.

Si los partidos políticos llevan tres años sin ponerse de acuerdo para renovar el Consejo General del Poder Judicial, si la ministra de Justicia pasa directamente a gobernar la Fiscalía y más tarde dimite por motivos de salud y deja un propio en la garita para poder seguir muñendo, si los tribunales de Justicia toleran que el gobierno critique sin pudor sus sentencias, si se acepta que los gobiernos regionales desobedezcan las decisiones judiciales sin que pase nada, si se indulta a discreción, si… ¿no resulta lógico desconfiar de los de las puñetas en la bocamanga y las togas finas?

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