Opinión

Por la misma senda

Estamos caminando peligrosamente hacia la radicalización de una sociedad que se hace bipolar a cada paso, que atiende a pocas razones y que desprecia y se aleja consciente del término medio. Acabo de leer que el tétrico espectáculo del Toro de la Vega se llevará a cabo este año sin que esa orgía de campo, polvo y sangre acabe con la muerte del animal alanceado exhausto, pero también he leído que si bien la fiesta ha logrado concitar en torno a sí un amplio número de colectivos detractores, tiene también una legión de los que la defienden, multitud amparada en las filas de la tradición secular, descendientes hoy de los hidalgos que comenzaron a correr toros en la dehesa y acuchillarlos desde un caballo allá por el siglo XVI. Se van a dejar la vida por defender su causa y esta pugna terminará con la intervención de la Guardia Civil y la noche en el cuartelillo y sino el tiempo.

Es un ejemplo más del divorcio paulatino en el que la tensión y el distanciamiento está sometiendo a una sociedad española dispuesta a pegarse un tiro en un pie, alentando desavenencias, propiciando inquinas y cayendo en todos los males que nos han aquejado de antiguo. Si nos detenemos en la contemplación del cuadro del maestro Goya en el que dos gañanes enterrados hasta la cintura en arena se desloman a garrotazos aguijoneados por una furia irracional y ciega, nos estamos viendo a nosotros mismos a día de hoy a mí y, personalmente, eso me tiene en un sin vivir que diría Santa Teresa. Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero, dijo la santa. Y a ver si va a ser verdad.

La alcaldesa de Madrid ha dicho que si no viene su amiga Ada ella tampoco irá al Calderón para ver la final de Copa como si en lugar de cumplir con un papel institucional, acudir a un compromiso que preside el Rey pudiera equipararse a ir de compras, una cosa como se dice ahora, de chicas. La ausencia de sentido, la irresponsabilidad y la incompetencia tienen muchas facetas y una de ellas es probablemente convertir en trivial lo que es muy serio. Hace unos días, Otegi advertía en su lamentable comparecencia ante el Parlamento catalán que ya había pedido perdón. Como si colaborar con la muerte de casi novecientas personas fuera robar huevos en un supermercado. Me está pareciendo que no tenemos remedio.

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