Opinión

Prohibido el foie gras

Acabo de saber que el ayuntamiento de Barcelona ha resuelto eliminar por decreto el foie gras de los menús que se sirven en las recepciones municipales. La ordenanza emitida por Ada Colau y su corporación se une a la misma prohibición que han aprobado anteriormente ciudades como Estrasburgo, Lyon o Grenoble, todas ellas determinadas en eliminar este producto de sus cartas por entender que los animales que los suministran están sometidos a un escandaloso maltrato. En efecto, las ocas y patos que lo producen son sometidos durante meses a una sobrealimentación que afecta a su hígado, lo duplica en volumen y lo convierte en materia grasa. Ciertamente da la impresión de que obtener esta suculencia gastronómica implica aplicar un tratamiento bárbaro.

Pero si bien es verdad que el foie gras se obtiene mediante métodos crueles no es el único que se produce con enorme sufrimiento del donante. En realidad, la mayor parte de la alimentación de los humanos procede de una actividad salvaje que consiste en sacrificar animales para consumir su carne, aunque a simple vista se antoja más culpable la que sale de la tierra que la que sale del mar, ignoro por qué razones. Al fin y al cabo, tan atroz es consumir un lomo de sardina que el costillar de una vaca aunque a primera vista parezca lo contrario.

La situación es naturalmente polémica y producirá cierto debate, si bien este concreto episodio puede sugerir también reflexiones que no necesariamente han de inspirarse en la conveniencia de ofrecer o no foie gras en sus menús oficiales. Lo ideal y lo más sensato teniendo en cuenta la inestabilidad económica a la que nos enfrentamos, las necesidades cada vez más acuciantes de amplios sectores de población que han perdido su capacidad adquisitiva de la noche a la mañana, las penurias de las administraciones públicas enjugadas en su mayor parte a costa del contribuyente, y las alzas monstruosas de los precios de materias primas y carburantes, lo que debería suspenderse es la celebración de ágapes municipales. Es decir, en vez de prohibir el servicio de foie gras en ellos, suspender el almuerzo, la cena o la recepción en la que se sirven. Se celebra el acto y que cada cual coma, meriende o cene en su casa. Nos saldría a todos más barato.

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