Opinión

La reconstrucción histórica

Mientras leo la novela de Alan Le May que inspiró la película “Centauros del desierto” con la que John Ford se convirtió en uno de los más grandes directores de la cinematografía universal, medito brevemente sobre la constante pasión que asalta a las clases dirigentes de los pueblos y que les empuja a rescribir su propia historia. Es un reflejo evidente de incomodidad con las situaciones reales, y sospecho que esa es una de las razones por las que entre los periódicos de la época y la naciente industria cinematográfica se reinventaron literalmente el Oeste. El caso que se narra en la novela no es ajeno a este permanente conflicto  entre los pioneros y las tribus indias aposentadas en los territorios a conquistar que se produjo tras finalizar la Guerra Civil y cuya solución final consistió en el práctico exterminio de los nativos.

Rescribir la historia  no es en absoluto una práctica aconsejable aunque en el caso del Oeste proporcionara todo un nuevo horizonte artístico, económico y social de poderosísima influencia. El western como hecho histórico es una patraña y como género cinematográfico es puro ejemplo de esta gigantesca operación de marketing manipulador que proporcionó un triunfo financiero y artístico al que muchos no hemos podido sustraernos. Yo soy fan entregado del western incluso siendo consciente de que me están engañando miserablemente, pero me lo trago y en paz.

Los últimos años de la década de los 60 y primeros de la de los 70 del siglo XIX -periodo en el que se desarrollan la mayor parte de los relatos del Oeste- corresponden en España a la caída de la monarquía de Isabel II, el efímero reinado de Amadeo de Saboya, el breve y confuso paso de la I República, y la entronización de Alfonso XII, de cuya presencia cinematográfica apenas existe huella y eso que en este periodo se dan cita guerras carlistas, revoluciones federales, crisis en ultramar y muchas más. Solo recuerdo dos películas –dos buenas películas por cierto- que tratan bastante a fondo el momento y que estudian con razonable rigor la figura del nuevo y joven rey: “Dónde vas Alfonso XII” y su continuación, “Dónde vas triste de ti”. Y poco más, que desperdicio.

Hoy, Pedro Sánchez, ha puesto en manos de Bildu la reconstrucción de un largo y especialmente intenso periodo del devenir histórico de nuestro país. La decisión es tan insensata que algún día deberá responder públicamente de ella. Que sepa que muchos seguimos aquí y fuimos testigos, así que les va a costar engañarnos.

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