Opinión

Las relaciones bisexuales

El actor Paco León ha reconocido recientemente que es bisexual. Es una condición que en los tiempos del hambre se definía cargada de sorna como “a motor y a vela” y que equivale a proclamar que a la hora de mantener relaciones sexuales, se puede lo mismo con mujeres que con hombres.

El asunto ha levantado algunas ampollas entre las clases bien pensantes porque todavía hoy el reconocimiento de la condición de bisexualidad tanto en hembras como en varones suscita una innegable dosis de morbo. Uno se imagina escenas nunca soñadas y se recrea en su lado más oscuro pensando para dentro sobre las múltiples ventajas del pelo y de la pluma –otra de las sinuosas maneras con las que se conocía la bisexualidad en los tiempos viejos.- Si se puede disfrutar a la vez del dulce y del salado, por qué no hacer lo mismo en el camastro. Yo soy viejo y me suena como a disparate, pero…

Contrariamente a los que se podría sospechar, esta opción que a los griegos y a los romanos no les parecía cosa del otro jueves según las leyendas al uso, también estaba en siglos posteriores más pacatos. Don Emilio Castelar, que era un dios en la tribuna y un catedrático notable injustamente suspendido de su cátedra por el Gobierno ultra conservador del general Narváez, se enamoró perdidamente a los 50 de un joven navarro que se llamaba José Lázaro Galdiano con él mantuvo un romance tórrido y oculto que le costó una pasta porque se avino a sufragar por amor una espléndida revista cultural que editaba su secreto amante llamada “La España Moderna” en la que firmaron las mejores plumas del momento con colaboraciones excepcionalmente bien pagadas.

Pues eso. La relación duró los años que duró, hasta que el doncel varió la tocata y fue a liarse durante su estancia en un balneario con doña Emilia Pardo Bazán que, tras un fracasado matrimonio, mantenía a su vez un largo devaneo amoroso con Benito Pérez Galdós. Galdós lloró amargamente la infidelidad de la condesa que a su vez se arrepintió dolorida de aquel lance, lo que no le impedía a don Benito tener líos con todas las mozas que le vinieron en gana hasta que dio con una muy bruta pero buena y se casó con ella olvidando a la gallega. Mientras tanto, Lázaro Galdiano conoció a una argentina multimillonaria y también casó y arreglo su futuro. Todos menos Castelar. El pobre se murió soltero, pobre y más solo que la una.

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