Opinión

Silencio se rueda

Dicen los periodistas duchos en la información parlamentaria que a estas alturas de la película y con una legislatura tan corta como fallida que ha ido muriendo al compás de una actuación política floja y rica en dudas y silencios, lo que ofrezca el escenario a partir de ahora puede despreciarse tranquilamente porque muchos de los que han llegado nuevos al tinglado no son capaces de funcionar sin micros y cámaras de televisión que les den amparo. La situación ya no da para más, se acabaron los tiempos de acuerdos, comienza una campaña electoral vacía en la que no hay mucho que decir porque ya está dicho todo, y este ámbito de silencio y postración que se respira ofrece la posibilidad de averiguar qué hay detrás de esos líderes que, apelando a la necesidad de dar un vuelco a la actividad política y mudar las viejas claves, han convertido el Hemiciclo en un plató de televisión y se han comportado como estrellas de la farándula. Acabo de leer que Podemos aboga por introducir en los planes educativos una asignatura nueva que llamaría “educación mediática” y uno, orillando el acento ridículo que tiene la propuesta y dispuesto a tener la mente abierta a nuevos cauces del saber, se pregunta qué enseñaría semejante materia.

Sospecho que estas proposiciones tan avanzadas no hacen otra cosa que encubrir una despensa cultural con telarañas. En mi leal entender, más valdría que a los escolares se les enseñara de verdad Historia o Arte, Literatura, Geografía o Gramática –casi un cuarenta por ciento de la población española nunca ha leído un libro- antes de insuflar semejantes conocimientos que responden en general a un modo sencillamente artificioso de afrontar la enseñanza. Me gustaría conocer al equipo de profesores que van a enseñar “educación mediática” porque sospecho que será una banda de apesebrados dispuestos a enseñar lo que fuere con tal de hacerse un sitio en el elegido mundo universitario. Desgraciadamente, las cámaras se han desconectado y se han apagado las alcachofas de modo que no hay testigos de estos sorprendentes alardes de originalidad y, tras cuatro meses de mantener la intensidad en los estados de opinión, el pulso ha remitido y todo el mundo se hay marchado a su casa. No viene mal, que conste. Un descanso es muy bien acogido.
 

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