Opinión

La gran competidora

Se quiera o no, guste o no guste, la vida es lucha y competitividad. En los trabajos, en las empresas, en el deporte, en el arte… En todo se busca el número uno, el escalón más alto, la mayor aceptación, la calificación anhelada, la recompensa más deseada. Hasta en el amor, cuando se hace lo imposible para ser el más querido. En definitiva, se buscan la mayor visibilidad y reconocimiento. Con los países pasa lo mismo que con las personas. Todos luchan a brazo partido para ser el más poderoso, el que más acapare, el que más domine. Pero ahora, tal vez esa lucha ya no tenga sentido, al menos para el humano. Triunfa la Inteligencia Artificial. Creada por él, va a ser su propia competidora. Ella, al tiempo que tanto ayuda positivamente en determinados aspectos de la vida, también va a arrinconarle, a quitarle oportunidades, a usurparle el puesto.

A lo mejor, no. Pero de momento parece que va a competir con él en todo, y lo hará fríamente, sin prejuicios, paso a paso y sin cansarse. Ahora nos ha salido escritora y sus escritos están protegidos por los derechos de autor. ¿Pero qué me dice usted? Lo que lee en estos momentos. ¿Pero cómo puede ser eso? La evolución, los nuevos programas, los más avanzados ingenios. Según informa “Venturebeat”, así lo dictaminado un tribunal chino, sobre un artículo escrito por uno de estos citados ingenios. Ahí lo tienen. Este fallo es un precedente para toda “creatividad” literaria que provenga de la AI. 

Por lo tanto, y si hay muchos robots que se pongan a escribir compitiendo con los literatos mortales, ¿qué será de estos? De momento, por supuesto, no están perfeccionados, pero ¿tardarán mucho en estarlo? Ya resuelven ecuaciones que a una persona le costaría solventar, juegan al ajedrez, responden a sus preguntas, les dicen lo que hace falta en sus neveras, les guían por carreteras, les hacen las cuentas, guardan sus datos personales, son conocedores de lo que les gusta, saben siempre donde están… Y mil cosas más. Mientras tanto, el humano normal se deja estar tranquilo en lo que llaman ahora “zona de confort”, y en el momento en que se dé cuenta de su posición en el mundo, verá con estupor que se ha convertido en un completo inútil. Pero bueno, no del todo, porque tendrá que aprender que botones tiene que pulsar para cada cosa, a no ser, claro, que otro robot lo haga por él.

Te puede interesar