Opinión

UNA CONSTITUCIÓN QUE NACIÓ VIEJA

El 6 de diciembre, día dedicado a festejar la Constitución de 1978, nos ha mostrado comportamientos de diferente signo. Por un lado, la generalidad de la clase política española sostiene con rotundidad que esa Constitución ha funcionado muy bien, que es el soporte de las libertades, que nos ha traído la democracia desde la dictadura y otras tesis de idéntica genética. Vamos a ver: la democracia no la trajo la Constitución, sino la sociedad española que, una vez fallecido el anterior Jefe del estado, se decantó de manera rotundamente abrumadora por un modelo de convivencia homologable con los países de nuestro entorno. En el seno de esa sociedad se percibía con nitidez en aquellos días un ansia de libertad y de funcionamiento mínimamente democrático, y ese sentimiento se recogió por la clase política para elaborar un texto constitucional. La cuestión es si ese texto realmente ha sido fiel al sentimiento social sobre el que se edificó. 


No tengo la menor duda de que la Constitución nació vieja. Lo dije expresamente en el año 1994 en mi libro 'El Sistema. mi experiencia del poder'. Viejo quería decir anticuado, casi obsoleto porque el modelo de relaciones entre el poder y la sociedad civil que consagraba pertenecía a etapas históricas que deberían haber sido nitidamente superadas. Un modelo en el que la sociedad civil carece no sólo de presencia directa en los órganos del Estado sino también de los recursos mínimos para asumir con garantía las riendas de su destino, no es exactamente lo que demandaba la sociedad en aquellos días. Ni entonces ni hoy, pero a fuer de sinceridad debo reconocer que en 1978 la sociedad no estaba suficientemente concienciada de lo que significa participar en las tareas colectivas mas allá de conceder un voto cada cuatro años a unas listas cerradas elaboradas por los partidos políticos, a quienes esa Constitución entregaba el monopolio de acceso al Parlamento. Por ello mismo en su seno esa Constitución albergaba en potencia lo que hoy tenemos en realidad: el predominio absoluto de la clase política cerrada y endogámica sobre la sociedad civil que ahora comienza a darse cuenta de que los teóricos administradores del poder se han convertido en sus dueños. ¿Acaso es mentira que esa clase disfruta de una serie de privilegios que resultan vedados a la generalidad de los españoles?. Pues lo siento pero a mi me parece evidente. Y no hoy, sino desde que a partir de 1988 tuve la experiencia, insisto, la experiencia de como funcionaba el poder en España.


Ideas acerca de esa reforma constitucional claro que existen. Lo que sucede es que los políticos no tienen el menor interés en modificar un texto que les garantiza la situación de la que disfrutan, y, nos guste o no, son ellos y solo ellos los que pueden abrir la fase constituyente, salvo, claro, que se produjera un estallido social de tal magnitud que nos les quedara otro remedio que abordarla, lo que, al menos por el momento, no veo como una posibilidad muy cercana. Pero a veces suceden acontecimientos extraordinarios e inesperados.


Además de ser un texto viejo encerraba en su seno una cara problemática de primer orden. No entiendo cómo aceptaron esos constituyentes insertar en el articulado constitucional la expresión 'nacionalidades'. No puedo admitir que seriamente se considerara un puro recurso literario con el que contentar a los nacionalismos catalán y vasco, que no traería consecuencias graves. Aunque hubiera sido así, en una Constitución tan importante como la de 1978 no se debieron cometer agravios a la Historia, porque nacionalidades, en plural, y como categoría jurídico-política, no es exactamente lo que nos muestra un análisis mínimamente objetivo de nuestro devenir histórico. Cierto que se han cometido muchos errores, comenzando por los pactos de Aznar para conseguir el voto del PNV y de CiU para su investidura como presidente del Gobierno, culminamos con el destrozo causado por Zapatero cuando afirmó que el Parlamento español votaría lo que decidiera el parlamento catalán. La gestación, desarrollo y control constitucional de ese Estatuto creo que pasará a la historia del Derecho Constitucional como un monumento al despropósito. Pero, aun así, no se calibró que esos nacionalismos podrían acabar siendo desleales a esa Constitución que aceptaron, esperando el día en el que España tuviera serios problemas y de este modo poder vender el España nos roba catalán o el España nos perjudica del nacionalismo vasco, como excusa de secesión.


Por estos detalles es evidente ya que la Constitución de 1978 no solo fue antigua en su concepción del poder y la sociedad civil, sino, además, claramente perjudicial para la solución del viejo problema de la estructura territorial, puesto que, como digo, en su vientre, en esa expresión 'nacionalidades', llevaba implícita la realidad que hoy nos toca contemplar. En mi opinión, con independencia de otras consideraciones, los secesionismos carecen al día de hoy de un sentido siquiera práctico, operativo. Dejo de lado ahora las nociones de Soberanía Nacional y otras para decir que creo que acabarían siendo ruinosos para los territorios en cuestión. Quizás por ello el modelo de 'independentismo escocés' sea tan curioso: además de aceptar tener el mismo jefe de estado que el de otro estado diferente (la reina de Inglaterra), quiere mantener la moneda de otro estado independiente y subordinar su circulación fiduciaria a las decisiones del Banco Central de otro estado independiente. Si un nuevo 'estado' carece de soberanía financiera,y se subordina a otro estado, se encuentra privado ab initio de un elemento capital para conformarse como tal. Rajoy dijo, y con razón, que España no era libre para poder solucionar sus problemas, y eso es debido al euro y a la cesión de soberanía monetaria. Seamos sinceros: hoy casi nadie es independiente de casi nadie. No idolatremos palabras. Defendamos con pasión valores culturales propios, pero atendamos a la realidad de un mundo que, guste o no, ha globalizado decisiones y permitido la libre circulación capitales.

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