Opinión

¿El fin de Esperanza Aguirre?

Se la podrá acusar de muchas cosas, y en la mayoría de los casos con razón, pero Esperanza Aguirre reacciona con coherencia cuando le han venido mal dadas.

Coherencia porque con su renuncia a presentarse candidata a la presidencia del PP madrileño reconoce que no ha logrado el resultado que esperaba en las elecciones municipales, y coherencia también porque cuando fue presidenta del gobierno regional defendió que la presidencia del partido debía corresponder a quien gobernaba. Y si es Cifuentes finalmente la presidenta del gobierno de Madrid, que parece que lo va a ser, lo lógico es que sea Cristina Cifuentes la que presida el partido.

Esperanza Aguirre lo tiene tan claro que debe ser así que ha anunciado que convoca un congreso extraordinario para que el relevo se produzca a corto plazo, mucho antes de lo previsto. Es decir, no va a presentar batalla ni alargar el tiempo de permanencia al frente del partido.

No es tan seguro en cambio que estemos ante el fin de la carrera política de Esperanza Aguirre, uno de los personajes del PP que provoca más filias y fobias, que entusiasma o causa absoluto rechazo, sin término medio. No es tan seguro porque desde que fue elegida candidata siempre dijo que si no era alcaldesa ejercería como portavoz de la oposición y, si mantiene esa idea, más le vale a Manuela Carmena atarse los machos, porque Aguirre es dura de pelar, se crece ante la adversidad, conoce Madrid y la política madrileña mucho mejor que Carmena y cualquiera de sus concejales, y hasta es capaz de convencer a Antonio Miguel Carmona para que apoye una moción de censura si el equipo de Podemos se salta todas las reglas de juego como parece que va a hacer.

Cuando EA está de por medio, cualquier cosa puede pasar. Incluso que acabe siendo alcaldesa. Aunque también puede ocurrir que tire la toalla y se retire a sus cuarteles de invierno a cuidar a sus nietos y jugar al golf, como decía que pensaba hacer antes de que Mariano Rajoy pensara que era la mejor candidata para la alcaldía.

Llega el anuncio de que cede el mando del PP regional en plena rumorología sobre las intenciones de Rajoy de dar un impulso al partido y al gobierno para intentar así perder el mucho terreno perdido. En cierto sentido el paso atrás de Aguirre significa que quiere colaborar a limar asperezas y facilitar el camino a una figura que representa la necesaria renovación, Cristina Cifuentes, con la que mantiene unas relaciones que solo pueden calificarse como correctas. Pero esta decisión coloca a Cifuentes en una posición óptima para convertirse en una dirigente de peso en el PP nacional, con influencia más allá de su circunscripción. Aguirre, esta vez sí, ha demostrado disposición a cooperar con un Rajoy con el que a menudo las ha tenido tiesas.

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