Opinión

Ojos que no quieren ver

La brutalidad de la represión de Nicolás Maduro contra los venezolanos hartos de penurias, de falta de libertad y de hambre -porque con Maduro pasan hambre- no ha encontrado terreno abonado en la izquierda recalcitrante española y en los movimientos sociales.

Nada les ha importado las seis víctimas mortales que han producido -hasta el momento de escribir esta crónica- la policía y el ejército que apoyan la “revolución bolivariano”, no se inmutan ante las torturas que denuncian centenares de jóvenes y adultos a los medios de comunicación extranjeros, entre ellos los españoles, porque en su país nadie se atreve a publicar una línea, no vayan a ser ellos, los periodistas, los detenidos y torturados. No afecta a la izquierda más radicalizada de aquí, y a los grupos que se movilizan ante cualquier injusticia social, las violaciones, el asesinato de una reina de belleza a sangre fría con un tiro en la cabeza, los asaltos indiscriminados a domicilios donde la policía piensa que puede haber opositores al régimen de Maduro, ni les importa la detención de un dirigente opositor que decidió entregarse tras varios días de búsqueda. Se entregó porque se temió, con razón, que la búsqueda acabara a tiros y acusando a Estados Unidos de haberle asesinado para desprestigiar a Maduro, que es como se defiende el presidente venezolano cuando se le acusa de promover la barbarie, deshacerse de sus adversarios, matar a su país de hambre y utilizar el petróleo para garantizarse el apoyo cubano.

¿Dónde están los que se manifiestan ante las embajadas occidentales, preferentemente la de Estados Unidos, ante cualquier detención, agresión racista, ley xenófoba o discriminatoria? ¿Por qué determinados partidos y grupos españoles montan una manifestación en un cuarto de hora ante lo que consideran un atropello a los derechos humanos, y no mueven un dedo ante las embajadas de Venezuela, Corea del Norte, China, Ucrania, Cuba, Rusia y otros países en los que esos derechos humanos no es que se atropellen, sino que simplemente no existen?

En Venezuela, por si no lo saben la izquierda radical española y esos movimientos sociales tan activos cuando les conviene, viven millones de españoles o descendientes de españoles. El joven detenido, golpeado, torturado, y violado con el cañón de un fusil, es español, y multitud de canarios, gallegos y vascos tienen familia directa en Venezuela sufriendo a un dictador enloquecido, Nicolás Maduro -que es dictador y además enloquecido-, que además ganó las elecciones utilizando malas artes para neutralizar a su contrincante, y sin aceptar un recuento que parecía obligado ante las múltiples irregularidades comprobadas.

Nuestra izquierda radical, y los grupos que la apoyan, ni es seria, ni es creíble, ni merece el respeto que se debe a cualquier partido político aunque se encuentren en las antípodas de la ideología que defendemos: es sectaria, demagógica y discriminatoria. Solo ve lo que quiere ver, jamás vocifera contra los que son de su cuerda.
 

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