Opinión

La pataleta de Pablo Iglesias

Pablo Iglesias no se resigna a su papel de segundón. No asume que el resultado del día 28 le ha dejado muy limitado al quedarse con 30 diputados menos que en la anterior legislatura y por tanto puede quedarse sin su sueño de ser no ya vicepresidente de gobierno, como pretendía, sino incluso ministro. 

En su soberbia, hace declaraciones en las que manda mensajes a Sánchez del tipo, o yo o el diluvio, o me incluyes en el gobierno o puedo provocar nuevas elecciones porque no apoyaré tu investidura. Su mujer Irene Montero sigue la misma línea e incluso indica a Pedro Sánchez los nombres de las personas que debe incluir en el gobierno: Pablo Iglesias y Pablo Echenique. 

El líder de Podemos pretende influir en la voluntad del presidente en funciones argumentando que no puede hacer caso a lo que digan los banqueros y la CEOE, una acusación en toda regla de que si no le incluye en su equipo es porque Ana Botín y Antonio Garamendi tienen excesiva mano en La Moncloa. Se equivoca Pablo Iglesias en su estrategia: en primer lugar, porque con esas declaraciones demuestra que conoce poco a Pedro Sánchez a pesar de que le trata como si fuera su colega. Sánchez no se deja presionar por nadie, la prueba es que se ha deshecho de quienes más le han ayudado en su carrera política y además hace alarde permanente de que el caso que hace al mundo empresarial y financiero es el que marca la buena educación. Punto. Pero esas declaraciones de Iglesias, además, le presentan como un político escaso de experiencia que cuando le vienen mal dadas, o regular dadas, coge una pataleta propia de niños pequeños y no de alguien que aspira nada menos que a formar parte de un gobierno. Quiere sentarse entrar en el consejo de ministros aunque sea con calzador, sin darse cuenta de que el exceso de insistencia provoca rechazo, y la insistencia superlativa llega a resultar patética.

Iglesias, en lugar de retar a Sánchez para que no se atreva a dejarle al margen de gobierno so pena de dejarle sin posibilidad de ser elegido presidente, no asume que su partido vive horas bajas, que lo han abandonado sus fundadores, que ha perdido votos a chorros, que su forma de ejercer el liderazgo ha provocado fugas importantes y que, por si no fueran suficientes razones para mostrarse más prudente y menos amenazante, Sánchez puede formar gobierno buscando alternativas a Podemos. Necesitaría el apoyo de Ciudadanos, efectivamente, y tanto Sánchez como Rivera afirman que ese posible acuerdo no está entre sus planes, pero cosas más asombrosas se han visto en política, donde es habitual que el no, nunca, jamás, quiera decir “en este momento”.

Imposible predecir qué puede pasar en el futuro, pero Iglesias se equivoca con sus órdagos. Sin ellos, no es descartable que Sánchez acabe ofreciéndole un premio de consolación.

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