Opinión

¡Viajar, viajar, viajar...!

Al planear las vacaciones, unos se decantan por un lugar paradisíaco, otros escogen un destino especial y, quizás, ahora que la austeridad obligadamente impera, lo económicamente asequible se hace necesario. Y aunque el verano es tiempo para que míticas imágenes, como el Taj Mahal en La India, la Muralla China, las Pirámides de Egipto o las playas del Caribe, iluminen la retina, las circunstancias del momento obligan más que nunca a seleccionar nuestras inquietudes ociosas.


Los que buscan en los folletos de las agencias, las imágenes nos atraen a otros destinos como Europa o Asia, las viejas y siempre actuales Plazas, los Templos japoneses, los grandes ríos Y si toca quedarse cerca, parece como si todo este encanto se diluyera y, el remedio, nos obliga planteamientos de relax: dormir, comer, leer. ¡Gran desacierto! Viajen durante unos segundos, con la imaginación por montera, por un país sin nombre y desconocido, para que la realidad sea una posibilidad de descubrir novedades.


Si dispone de coche, salga de nuestra ciudad hacia un pueblo empedrado, repleto de pazos y de historia; un pueblo en el que el vino es su embajador. Si no lo intuyeron, sepan que se dirigen a Cambados. Llegados allí nos subimos, como unos turistas más, al tren chu-chu turístico para descubrir sus entresijos. Tomamos un vino, comemos en sus tascas, nos imbuimos en el ambiente estival O sorbemos un café en cualquier terraza y/o visitamos las bodegas del pazo de Fefiñanes. ¡La vieja Europa es ésta!.


Por la tarde regresamos al punto de destino o dormimos por la zona, si la cosa se pone bien. Otro día salimos hacia O Grove, pueblo marinero con casi más restaurantes que habitantes. Subimos a uno de los catamaranes, que nos adentran en la ría para enseñarnos las bateas y como en ellas se cultivan los mejillones. Además contemplaremos los fondos marinos y hasta podremos degustar algún que otro producto típico. Comemos y nos dirigimos a la cercan Isla de La Toja para poder ver su pequeña capilla decorada con conchas. Visita obligada es la tienda del famoso jabón, pudiendo repasar su historia.


Saldremos hacia Sanxenxo y Portonovo, haciendo un alto en la playa de La Lanzada para poder admirar su belleza natural. Poder contemplar, en esta época del año, uno de sus atardeceres es todo un lujo para los sentidos. Más tarde un paseo por la playa de Silgar, ya en Sansenxo, es como sentirse por Punta del Este en Uruguay.


Así podríamos hacer planes para un sinfín de días desde nuestro campamento base en Ourense; ya que muy cerca tenemos a tiro contemplar uno de los recodos de río más bellos del planeta: el del Cañón del Sil. Y podríamos hacerlo navegando, cual crucero por el Danubio, a bordo del catamarán y con el privilegio de comer en un Monasterio.


Si queremos un paisaje lunar, desértico, atípico, con acercarnos a las médulas ya está. ¿Y qué tal unas pozas termales en un templo japonés?: Pues a unos metros. Parques naturales en el Xurés. Historia medieval en decenas de castillos a lo largo de toda la provincia. Yacimientos prehistóricos, como en Castromao. Iglesias mozárabes (San Miguel) en Celanova. Templos visigóticos en Santa Comba de Bande. Juderías como en Rivadavia Sólo se necesita tiempo, para viajar, viajar aún en momentos de crisis.



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