Opinión

La basura de Beatriz

“No te detenga el miedo, que por mucho que pudiese no impedirá que bajes esta roca” (La Divina Comedia. Dante). 


Cuando anochece, el patio cambia. Ese instante de transición entre el día y la noche proyecta una luz especial que traza siluetas y recrea pequeñas viñetas de momentos ajenos, recreando, en un mal simulacro, a la legendaria 13, Rue del Percebe que Ibáñez dibujó. Es justo a esa hora, entre lusco e fusco, cuando Beatriz sale hasta la esquina del patio para dejar, en los abiertos contenedores, la basura acumulada durante la semana. Lo hace los lunes y, de tal manera, que parece imitar a una cazadora furtiva temerosa de ser descubierta. Aunque camuflada tras los guantes y la mascarilla, Beatriz cada semana se asemeja más bien a un animal asustadizo, para quien la calle se ha convertido en una selva amenazante. Con cada salida, aumenta la velocidad para recorrer la distancia entre la basura y su casa. Beatriz se ha dado cuenta de que está comenzando a tener miedo del fin de este encierro y eso genera aún más miedo, porque teme haberse perdido en este camino y no ser capaz de encontrarse al final del mismo. Ha abierto el ordenador para teclear con furia esta sensación a la espera de una explicación aliviadora, o mejor aún, a la espera de indicaciones concisas sobre las decisiones que deberá tomar. Ha elegido ser obediente, sin réplicas. Pero los resultados no son los esperados. Tiene plena conciencia de que no se trata de agarofobia, ese terror que se transforma en un sudor frío con sólo pensar en salir a la calle, no es ese pánico. Tampoco tiene el síndrome de los prisioneros que no escaparán aunque las puertas estén abiertas, porque el miedo a los carceleros es más grande que el ansia de libertad. En realidad, sabe dónde reside su problema, pero no está preparada para aceptarlo y combatirlo. El virus no es la causa, lo es el espanto de sentirse débil ante la inminencia de tener que afrontar los vaivenes más cotidianos. Beatriz ha despejado la incógnita: se ha escudado en la pandemia  para evitar la toma de decisiones. Ha centrado su atención en los telediarios y se ha limitado a seguir las sugerencias, órdenes o instrucciones de otros, esquivando asumir las riendas de su presente. No quiere volver a la claridad cegadora de enfermedades pausadas, a problemas laborales eternizados, a resolver otra vez las repetidas cuentas pendientes para que dejen de estar pendientes. Se ha acomodado a no cargar con la responsabilidad de pautar el día siguiente y no sabe si quiere que eso cambie. Deja las bolsas en el contenedor. Cuando todo se calme, ¿qué decidiremos? Beatriz, de entrada, se ha dado cuenta de que no puede acumular más tanta basura en casa. Huele demasiado.

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