Opinión

Ahorrar, ahorrar, ahorrar

Ahorrar, ahorrar, ahorrar, repite el presidente gallego Alberto Núñez Feijóo como si se estuviese rezando el Rosario. Lo malo es que por mucho que se pronuncie la palabra no se obran milagros económicos ni se sale del agujero en el que nos han metido.

Ahorremos en medicinas, ahorremos en médicos, ahorremos en pruebas médicas, ahorremos en profesores, ahorremos en universidad y en investigación, ahorremos en nóminas de funcionarios y hasta en funcionarios, ahorremos en prestaciones sociales, ahorremos en pensiones... Si hasta el medallista olímpico David Cal critica el ahorro en el deporte y eso que fue en las listas del PP a la alcaldía de Pontevedra.

Resulta curioso, a los que de verdad sí ahorraban se les convirtió en inversores en contra de su voluntad con la canallada de las preferentes que les colaron sin saberlo.

Cada medida que sale los jueves de la reunión del Consello de la Xunta se anuncia o vende, según se quiera interpretar, por el ahorro que produce, no por los beneficios que acarreará para nuestra economía y bienestar. Una cosa es el ahorro, otra ser cicatero en iniciativas e ideas que centrifuguen la economía y separen lo productivo de lo que no lo es.

Al gallego Julio Camba, maestro de periodistas y escritor con una pegada demoledora que no acostumbraba a ahorrar palabras, le sorprendió en Estados Unidos la crisis del 29. En sus certeras y a veces hilarantes crónicas llegó a reflejar que mientras Europa se achicaba en tiempos de escasez económica, en el país del Tío Sam se espantaban los miedos del futuro con el tintineo de los dólares en el bolsillo. 'Gaste usted un dólar más al día', recomendaba el Gobierno desde grandes espacios publicitarios. Claro que para poder gastarlo también hay que ganarlo.

Por una vez, el casquivano Silvio Berlusconi, que hace temblar los cimientos europeos con el simple anuncio de que quiere volver a la arena política, lleva razón cuando dice que 'la prima de riesgo es una estafa'. Por estos pagos seguimos ahorrando en talento e imaginación para apoquinar unos intereses obscenos por la deuda.

Hay mucho dinero en el mundo, 'a esgalla', pero está muy mal repartido. Y en atajar este problema no se debería ahorrar esfuerzos.

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