Opinión

Hay cosas positivas

Resulta difícil escapar delas desgracias que nos rodean por todas partes, como si de la Gran Tormenta se tratase; el mundo en que vivimos es una sucesión de noticias trágicas y lúgubres, sin que se vea el momento en que pueda escampar, antes al contrario, la impresión generalizada es que podemos quedarnos así hasta el fin de los tiempos.

Sin embargo, no es posible que la realidad sea toda así, tal cual se aparece como nube negra de esas que traen lluvia constante. Por cierto hablando, del agua, tan urgente para paliar la sequía, pero que al caer a destiempo y acompañada de frío amenaza la integridad de las cosechas, como está sucediendo con la uva en Valdeorras. Aquí se hace realidad el dicho de que nunca llueve a gusto de todos.

Dado el panorama, es preciso buscar aunque sea debajo de las piedras, razones para una sonrisa o para mantener viva la esperanza. Hay que sacar a flote lo que de positivo se genera cada día, pero que permanece invisible debido a la fuerza de lo negativo.

Aquí en Ourense, por ejemplo, hace unos días que el Concello de la ciudad fue distinguido por la implantación del acceso a internet en la práctica totalidad del territorio municipal, lo que supone un apoyo considerable para la utilización de la red, una vez que internet se ha convertido en herramienta de primera necesidad para la vida cotidiana.

Seguramente tendrá protagonismo menor que los grandes asuntos que copan la actualidad, sobre todo porque las cosas destinadas al uso cotidiano se valoran en su justa medida cuando faltan, no cuando se disfrutan. Fíjese en el agua o la electricidad, por ejemplo. Nadie repara de forma habitual en lo importante que resultan en nuestras vidas, salvo que una avería deje el grifo seco o un mal viento nos suma en las tinieblas domésticas. ¿A que tenemos la impresión de que la existencia resulta imposible sin esos dos bienes de consumo? Pues añada la lavadora, el coche y todo lo que conforma el primer cinturón de necesidades básicas para sobrevivir, y verá cuántas cosas puede echar en falta. Parecido ocurrirá con esta recién creada zona Wi-Fi comunitaria, formará parte de las vidas de mucha gente que sólo se acordará de ella cuando por alguna razón la eche en falta.

Se da la circunstancia de que en este asunto concreto vamos en el pelotón de cabeza -quién lo diría en una tierra tan depauperada como la nuestra-, hasta el punto de merecer distinción por una iniciativa que nos instala en el siglo XXI, pero que como herramienta clave que es, dejará apartado del mundo virtual -que ya es real- a quien carezca de ella. Hay que recordar que otros países, teóricamente menos avanzados que España, se tomaron la red como gran interés, pues supone un enorme salto cualitativo en la carrera hacia el futuro.

Hace cinco años, por ejemplo, cuando la tecnología Wi-Fi balbuceaba para el gran público en España, en Argentina era gratis en todos los establecimientos hosteleros, incluso en bares o cafeterías que pudieran denominarse de rango menor.

Brasil mismo, que hace nada era tercer mundo, dispone hoy de acceso a la red a las puertas mismas de zonas que todavía lo son. Puede suceder que en un punto haya internet y a menos de quinientos metros ni siquiera electricidad. Son las grandes contradicciones de un país enorme en el que conviven realidades absolutamente distintas e incluso enfrentadas entre sí.

En resumen, no nos amilanemos ante los mercados, la prima de riesgo, la burbuja inmobiliaria... Busquemos lo que de positivo haya a mano para tomar fuerza y luchar por mejorar una situación que preocupa a casi todos, pero asfixia a quienes carecen de lo más básico.

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